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Jesús Bastante, escritor madrileño: “Conocer mejor el siglo XIX  nos ayudaría a evitar algunos errores que estamos cometiendo” Jesús Bastante, escritor madrileño: “Conocer mejor el siglo XIX  nos ayudaría a evitar algunos errores que estamos cometiendo”
Jesús Bastante, rodeado del modernismo de la plaza del Torico. Diego Bastante

Jesús Bastante, escritor madrileño: “Conocer mejor el siglo XIX nos ayudaría a evitar algunos errores que estamos cometiendo”

La novela ‘El aprendiz de Gaudí’ recrea una ficción ambientada en la Barcelona del cambio de centuria
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A un año del centenario de la muerte de Gaudí y de la posible beatificación del arquitecto de Dios, impulsada por el cardenal turolense Juan José Omella entre otros, el escritor madrileño Jesús Bastante ha publicado El aprendiz de Gaudí, sobre la convulsa España de finales del XIX. Casado con la periodista turolense Merche Pacheco, Jesús Bastante presentó su novela este viernes en el Casino de Teruel, en el contexto de la Semana Modernista.

-¿Qué vamos a encontrar en ‘El aprendiz de Gaudí’?

-Es la construcción de una historia de amor, dentro de la construcción de la Sagrada Familia, dentro de la construcción de Barcelona, dentro de la construcción de una nueva concepción de España. Una historia de amor ambientada en la segunda mitad del siglo XIX y su reflejo en la política, la sociedad, la cultura y también en el arte.

-Teruel aparece por ahí, de forma tangencial...

-Sí, porque hay un personaje histórico llamado Santiago Salvador. Fue un anarquista nacido en Castelserás que hizo estallar una bomba en el Teatro del Liceo en 1893, y tiene mucho que ver con la novela porque a través de él narro las luchas políticas que tuvieron lugar en esas décadas, y que también influyeron en Gaudí y la arquitectura. De hecho uno de los conjuntos escultóricos más bonitos y desconocidos de la Sagrada Familia, que Gaudí comenzó poco después del atentado del Liceo, está en la fachada del Nacimiento y representa al demonio entregándole a un obrero una bomba orsini, como la que utilizó Santiago Salvador. Y también aparece en la novela Pablo Monguió, el arquitecto que construyó los edificios modernistas de Teruel, y que no fue discípulo de Gaudí, como suele creerse, sino compañero suyo.

-¿Cómo imbrica ficción y realidad en la novela?

-Trato de ser lo más coherente posible sin olvidarnos de que esto es una novela. La historia de amor está fabulada y sus personajes son inventados, pero están trufados con otros reales, como el propio Gaudí, su sobrina Rosett o Eusebi Güell, que fue el mecenas de Gaudí. Y el contexto histórico está muy ajustado a la realidad porque un error de bulto en ese sentido podría desvirtuar por completo la historia. La trama de amor no sucedió en realidad, pero sí todo lo demás que cuenta el libro, la construcción de la catedral, del Eixample de Barcelona, de la lucha de clases...

-¿La trama es una excusa para hablar de la época, o la época es más bien el decorado de la trama?

-Hay una mezcla de las dos, de una historia de amor que quería contar y de mi propia historia de amor con Gaudí. Con 15 años yo tenía familia en Barcelona, iba muy a menudo y tenía amigos que vivían cerca de la Sagrada Familia y el Parque Güell, que en los 80 estaban prácticamente abandonados, y a todos los efectos eran su escenario de juegos y su casa del árbol. Subían a ver el mar desde el balcón de la torre de San Bernabé, la única que terminó Gaudí en vida y que el día 30 cumple cien años desde su finalización. Sus historias se me quedaron grabadas, y cuando me decidí a escribir nueva novela tras Santiago en el fin del mundo (2021), en una de mis visitas a la Sagrada Familia me reencontré con Xavi, uno de esos chavales, que ahora trabaja como guía y estuvo un montón de horas contándome los secretos del templo. En la novela he tenido ocasión de unir esos dos elementos.

-El Modernismo es una etapa de cierta luz, y el estilo constructivo tiene que ver con eso, pero también de sombras, de miseria proletaria y de bombas. ¿Cómo la ve usted?

-La segunda mitad del siglo XIX es interesantísima y está poco estudiada, para lo que podríamos aprender de ella sobre errores que estamos cometiendo en la actualidad. En esos años España deja de ser un imperio, la gente que hacía las Américas regresa derrotada y lo hace a los lugares donde está teniendo lugar la revolución industrial, en Cataluña y País Vasco. Barcelona multiplica su población por cuatro y los burgueses, para mantener sus privilegios, convencen a los pobres de Barcelona de que los culpables de su situación son los pobres que vienen de fuera. Es lo mismo que está ocurriendo hoy con determinados discursos sobre la inmigración. Y en esta época arranca también esa concepción fatalista del ser español, ese sentimiento de tragedia que de algún modo nos refunda como pueblo. Y que poco después acabó con una guerra entre quienes querían resucitar viejas glorias y quienes intentaban construir desde la base de que ya no éramos lo que habíamos sido. Y ese choque también se está dando hoy en día.

-Desde luego no es la etapa más recreada por la ficción en España...

-Hay alguna cosa, pero no hemos entrado de lleno en la lucha y las revoluciones, quizá porque son violentas, ni hemos tomado conciencia de que también somos fruto de esos conflictos. Pero en España desde la Guerra Civil hemos vinculado esas luchas sociales a si eres rojo o azul, en lugar de hablar de la defensa de determinados derechos y valores de justicia, que se gestan entonces.

-El 10 de junio se prevé la finalización de las obras de la Sagrada Familia... ¿se lo imagina?

-La imagen de la iglesia llena de turistas y en permanente construcción es un icono. Estoy seguro de que cuando desaparezcan los andamios será un shock para muchas personas.

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