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Judith Prat, fotoperiodista: “El uso de la mujer como arma de guerra ocurre en Nigeria y en otros conflictos” Judith Prat, fotoperiodista: “El uso de la mujer como arma de guerra ocurre en Nigeria y en otros conflictos”
Judith Prat, la semana pasada, en los accesos del Instituto Bajo Aragón de Alcañiz

Judith Prat, fotoperiodista: “El uso de la mujer como arma de guerra ocurre en Nigeria y en otros conflictos”

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La fotoperiodista zaragozana Judith Prat intenta que abramos los ojos al mundo que no nos gusta ver. Lleva años retratando el horror más inimaginable en los peores conflictos de nuestro planeta. La guerra contra las mujeres de Boko Haram, en Nigeria, la extracción del coltán en la República Democrática del Congo o el éxodo de la población Siria tras el estallido de la guerra son algunos de ellos. Las imágenes y los testimonios que ha recogido en sus reportajes reflejan el infierno en que viven millones de personas de países de África, Oriente Medio o América central. Las condiciones de vida que ha retratado y los hechos de los que hablan sus fotografías son deplorables. 

La fotoperiodista estuvo el viernes en el Instituto de Alcañiz participando en las Jornadas de Solidaridad, Diversidad y Cooperación Internacional que se han celebrado este mes de febrero.

-¿Ser freelance le da mucha más libertad para trabajar?

-Sí, no trabajo para ningún medio en concreto, y elijo los temas a los que quiero dedicar el tiempo y mi trabajo. En los últimos años, he trabajado en zonas de conflicto, en África y en Oriente Medio, donde he intentado indagar en las causas que los provocan. Creo que eso pocas veces lo hacemos bien; me parece tan interesante como contar el conflicto en sí. 

-Debe de ser difícil hacerlo precisamente en esas dos zonas del planeta, donde se están produciendo guerras, persecuciones y hechos tan atroces como los que protagonizan grupos como Boko Haram o el Estado Islámico.

-Indagar en las causas siempre es complicado, porque suelen ser muchas y complejas y, por tanto, difíciles de explicar, pero creo que debemos hacer un periodismo más reflexivo y no tan emocional. Hay que contar el qué, pero también indagar en el por qué. Yo trato de hacerlo y es difícil. Por ejemplo, en Nigeria, que es uno de los últimos países en los que he estado trabajando. Allí llegué pensando en documentarme sobre la violencia de Boko Haram en el país, pero enseguida empecé a preguntarme por qué en la primera potencia económica de África surge un grupo como éste. Y cuando empiezas a indagar, encuentras las causas, que casi siempre son económicas. En el caso de Nigeria, las diferencias entre el norte y el sur del país son enormes. En el norte, hasta el 80 por ciento de la población vive en el umbral de la pobreza, mientras que en el sur apenas es el 30 por ciento. También es lacerante, pero hay una enorme brecha. Parece que hablemos de dos países. En Nigeria, la población del norte se ha sentido tradicionalmente maltratada por el Gobierno, porque de la riqueza que genera el petróleo no les llega nada. En ese contexto, de una población que se siente discriminada, de una población empobrecida y con una juventud sin futuro no es raro que surja un grupo como éste que tenga apoyos y adeptos.

-¿Quién financia a Boko Haram?

-Eso es complicado saberlo. Ya me gustaría. Lo que es cierto es que Nigeria no fabrica armas y, en cambio, Boko Haram es un grupo con armamento y, además, moderno. Sí que se han descubierto casos de corrupción dentro del propio ejército de Nigeria desde donde se facilitaban armas al grupo. En cualquier caso, el tráfico de armas es uno de los negocios más lucrativos del mundo, y lo vemos en todas partes, con grupos que tienen armamento más moderno que muchos ejércitos.

-El reportaje que realizó en Nigeria lo llamó Una guerra contra ellas. ¿Es una manera de hacer la guerra?

-Boko Haram, una guerra contra ellas es un pequeño cortometraje que hice estando en Nigeria. Cuando estaba en el país, se produjo uno de los rescates más masivos de mujeres con una incursión del ejército. Pude entrevistarme con ellas y conocerlas, escuchar sus testimonios. La violencia contra las mujeres es un arma de guerra que podemos ver en numerosos conflictos. Hay una violencia específicamente diseñada para atacar a las mujeres y Boko Haram no es diferente. Llevan años secuestrando a mujeres y niñas que, inmediatamente, pasan a convertirse en esclavas sexuales. Muchas de ellas han sido obligadas a casarse con sus captores, y han tenido hijos de ellos. El uso del cuerpo de la mujer como escenario de guerra, como campo de batalla, ha pasado en éste y en otros muchos conflictos.

-En uno de esos secuestros masivos, la sociedad pareció tomar conciencia de lo terrible de la situación de esas personas en Nigeria. Sin embargo, ahora…

-Durante años, el Gobierno nigeriano negó que hubiera secuestros de mujeres, y sólo el secuestro masivo de las niñas de Chibok, que estaban en la escuela, y una campaña viral que puso el foco en Nigeria a nivel internacional movió conciencias. El Gobierno se vio obligado a admitir que eso se estaba produciendo y a tomar cartas en el asunto. Es cierto que ha habido rescates de mujeres por parte del ejército, pero también lo es que durante años no se actualizaron las cifras de mujeres secuestradas. Teníamos información puntual de personas asesinadas, de personas refugiadas, desplazadas, pero no se sabía el número de mujeres secuestradas. Se hablaba de 2.000, pero todo el mundo sabía que eran muchas más. Ahora se habla de 10.000, pero no se sabe cuántas de ellas están todavía en manos del grupo. 

-Y algunas obligadas a inmolarse.

-Es una de las consecuencias más graves. Son obligadas a hacerse explotar en ataques concurridos. Muchos de los que se están produciendo en los últimos años, después de que el grupo haya perdido terreno en favor del ejército, son con niños y niñas que son secuestrados y obligados a explotarse en espacios con mucha gente, en mercados, estaciones de autobús…

-Un infierno en la tierra, como el que produjo la guerra de Siria. ¿De su estancia en Oriente Medio y sus trabajos en ese conflicto qué experiencia ha sacado?

-Documenté en 2013 y 2014 el éxodo de la población refugiada siria en los países vecinos, en Líbano, Jordania y Turquía. El tema no tenía mucho interés para nuestros medios, pero ya era una crisis brutal. En aquel momento ya se contabilizaban tres o cuatro millones de refugiados sirios refugiados en los países vecinos.

-También estuvo documentando la extracción del coltán en la República Democrática del Congo. ¿Podemos decir que nuestros móviles producen esclavitud?

-Sí. Y he de decir que una de las causas del largo conflicto del Congo, que dura más de 25 años, es el expolio del coltán. Mientras la población vive inmersa en un conflicto interminable, el coltán sigue saliendo de manera ilegal del país, y ese coltán llega a nuestros móviles, a nuestros ordenadores, a las consolas de los videojuegos, pero también se utiliza para la fabricación de armas modernas. Tiene muchas aplicaciones. Como consumidores tenemos, como mínimo, la responsabilidad de conocer de dónde procede la tecnología que usamos a diario.

-Un minero que extrae coltán cobra siete dólares diarios y trabaja en unas condiciones de falta de seguridad, salubridad inimaginables para nosotros.

-En la charla que realicé esta semana en el Instituto de Alcañiz estuvimos viendo las condiciones de trabajo que tienen que sufrir los trabajadores de las minas de coltán del Congo, extremadamente duras y peligrosas, con jornadas larguísimas, muchas horas de trabajo, que pueden ser 12 o 14 al día, que además se hace con métodos artesanales y muchos peligros. Hay derrumbes. En la época de lluvias mueren muchos mineros sepultados en las galerías, porque no hay ninguna medida de seguridad.

-También ha reflejado la miseria en Zaragoza. ¿Para que veamos que también aquí la hay?

-Hay muchas cosas que contar y que documentar, también aquí. Yo he trabajado documentando temas en España y sigo haciéndolo. Ese trabajo en Zaragoza era sobre un grupo de magrebíes, que fueron uno de los primeros expulsados del sistema cuando llegó la crisis, porque no tenían red familiar que les apoyara. Llegó el paro, se les acabó el dinero y se vieron abocados a una subsistencia precaria y a dormir debajo de un puente.

-¿Es fácil censurar a un fotoperiodista?

-La mejor censura es no comprarte las fotos (risas). Yo asumo mi trabajo con responsabilidad y con compromiso de ir a los sitios, ver que ocurre, documentarlo, volver y contarlo. Me enfrento a mi profesión así.

-¿Qué le mueve a viajar a un determinado país?

-Siempre elijo temas que considero que están poco contados y que son interesantes. También temas que a mí me despiertan interés, por los que tengo curiosidad. 

-¿Su próximo destino?

-Vuelvo a África en apenas unos días. Probablemente iré a Etiopía y Yibuti para tratar algunos temas de más a largo plazo.