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María Jesús Puchalt, escritora: “Esta no es mi historia, pero tiene mi recuerdo de juventud, cuando paseaba por las calles de Teruel” María Jesús Puchalt, escritora: “Esta no es mi historia, pero tiene mi recuerdo de juventud, cuando paseaba por las calles de Teruel”
María Jesús Puchalt

María Jesús Puchalt, escritora: “Esta no es mi historia, pero tiene mi recuerdo de juventud, cuando paseaba por las calles de Teruel”

La valenciana presenta este jueves en el Casino la novela ‘No hay bisontes en los valles de amapolas”
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La escritora valenciana María Jesús Puchalt presenta este jueves, 22 de septiembre, en el Casino de Teruel, a las 19.30 horas, su última novela No hay bisontes en los valles de amapolas que está ambientada en parte en Teruel.

-La novela muestra una saga familiar, ¿Es una historia que puede atraer a diferentes generaciones?

-Sí, por supuesto. En principio la historia está contada con un narrador omnisciente porque cuenta la adolescencia y juventud de Blanca, que vive en Teruel y va a tener que marcharse a Valencia porque se ha quedado huérfana de madre. Tenemos esa visión de una chica adolescente que va buscando su identidad conforme va haciéndose mayor. Luego tienes a los dos abuelos paternos, al padre de Blanca... están tres generaciones diferentes, con lo cual se pueden entender bajo muchos puntos de vista y todos los lectores pueden ver un montón de personajes con los que pueden identificarse. La historia se desarrolla entre los años 80 y 92 y también hay referencias a 1947 -cuando se produce el hecho histórico que es que se hunde el submarino C4 porque quería un hecho en la historia relativamente reciente de España para que fuera la puerta para la familia Estevill. Va recorriendo cien años de la historia de España para acabar en 1992. Vamos a descubrir muchas cosas tremendamente interesantes que pueden ser apasionantes para cualquier tipo de lector.

-Hay varios personajes femeninos muy interesantes ¿Qué destacaría de ellos?

-Los personajes femeninos son tremendamente fuertes. Son personajes que sufren, que van buscando identidad. Son unas mujeres con un coraje inigualable, tanto la abuela Carmen como la abuela Pepa, que al final descubriremos por qué es esa mujer tan distante, tan complicada en lo familiar. Eso solo lo descubrirá el lector de la mano de Blanca cuando ella lo descubra. Es una historia de abusos, una historia de poder, una historia compleja y dolorosa, pero que al mismo tiempo abre la puerta a la esperanza con su propia nieta. Es como una relación casi mágica, telúrica, entre las mujeres de la familia.

-¿Cómo es ese Teruel que aparece en la primera parte del libro?

-Es el Teruel que yo recuerdo de cuando era pequeña e iba al balneario de Manzanera con mi abuela. Entonces pasábamos algunos días en Teruel paseábamos por ahí. Luego he subido muchas más veces porque tengo allí casi familia que son los Utrilla, mi amiga Marisan. Me sentaba en la plaza del Torico, Marisan me llevaba a la Fonda del Tozal, sale también en la novela. Vais a ir recorriendo algunos escenarios de las calles de Teruel. La casa de Blanca está instalada en la calle Barón en un mirador que es real. He intentado plasmar de la manera más fidedigna algunos rincones que vosotros vais a reconocer fielmente.

-¿Tiene algo de usted la historia?

-Todas las historias tienen algo nuestro. Un autor es ante todo una persona, todos tenemos neuras, fantasías, problemas e, irremediablemente, todo esto se plasma a la hora de escribir. No es mi historia pero sí tiene mucho de mí, del recuerdo de juventud, de la búsqueda de identidad, de los parajes por lo que me movía cuando tenía la edad de Blanca, de las amapolas que yo veía en los campos de Teruel, de la relación con mi abuela. No es la historia de mi familia. Para mí Manzanera, las amapolas y Teruel son lugares del alma porque corresponden a un momento muy importante de mi vida que fue la adolescencia y la juventud y eso no se olvida nunca.

-¿Qué le diría a los lectores para que se acerquen a esta obra?

-A mí me gusta escribir cuidando mucho el estilo. Me gusta escribir bonito, pero al mismo tiempo me gusta tener un lenguaje claro, muy sencillo y muy directo para que todo el mundo pueda leer sin que se sienta ajeno ni a las historias que se cuentan, ni al lenguaje. Es una historia que puede enganchar a cualquier persona porque va a ver reflejada muchas cosas que le han podido pasar a él o a gente de su familia. Casi todas las familias tienen importantes secretos y de alguna manera he querido reivindicar esa necesidad de conocer esos secretos que muchas veces se han ido a la tumba con sus protagonistas y que no nos permiten conocer de verdad nuestra verdadera familia. Todo eso es lo que yo destacaría de la novela y, además, las ganas de seguir adelante y la búsqueda de identidad.

-¿Por qué la elección de ese título?

-Ese título es complicado de explicar. Es un título muy metafórico, muy lírico y no se entiende bien hasta que no lees un poco la novela. Lo elegí porque quería contar la historia de Blanca y la recordaba adolescente en Teruel, viendo los campos de amapolas con lo que significa de naturaleza, lo delicado por su madre Soledad que muere. Luego encontré un poema de John McCrae que abre el libro y nos habla de las amapolas como ofrenda que se hacía a los caídos en la Primera Guerra Mundial y, a partir de ahí, se relaciona todo con esa ofrenda y con una historia de bisontes que le cuenta el abuelo de Blanca a Blanca. Su abuelo es un militar y entre Blanca y él se establecerá una forma compleja y muy bonita de relacionarse.