

Miguel Ángel Oeste, autor de ‘Vengo de ese miedo': “No se puede edulcorar la realidad, no se puede escribir bonito sobre el horror o el dolor”
El malagueño estuvo en la librería Santos Ochoa de Alcañiz en el ciclo A Puerta CerradaVengo de ese miedo es un retrato social a través de tres generaciones de una misma familia que abarca desde finales de los años 50 hasta la actualidad, un retrato basado en la violencia, el miedo, el maltrato y la paternidad ejercida con crueldad y rencor, que no deja ni un gramo de basura bajo la alfombra y que sin embargo, insiste su autor, está concebido desde una óptica “brillante y esperanzadora”. Su autor, el malagueño Miguel Ángel Oeste, acaba de ganar el premio Finistres de Barcelona con Vengo de ese miedo, y el viernes presentó su obra en la librería Santos Ochoa de Alcañiz, en la segunda parada del ciclo A Puerta Cerrada.
-Esta novela es especialmente dura... ¿Está planteada como sus memorias?
-No. Para mí la literatura representa un espacio donde se materializan los miedos y la violencia latente en cualquier persona. Para mí cualquier libro es un artefacto estético, donde lo que prima es la construcción y el estilo. Así, en cualquier libro de ficción hay mucho de la vivencia de un escritor, y en cualquier libro de autoficción, hay mucho de construcción. El cine de Spielberg es la vida de Spielberg, pero nadie le pregunta si sus películas están basadas en su vida. Si yo quisiera contar mi biografía no podría contarla así, porque tienes que llegar al lector, interpelarle, conmoverle hasta el punto de que pueda generar incluso rechazo, pero con claves narrativas y de ficción.
-Esa forma de escribir la historia es dura, sin concesiones...
-Yo diría que cada una de mis novelas tiene un estilo diferente, porque viene determinado completamente por la historia que cuenta. En mi opinión, el estilo está sometido a la narración. Y el gran tema de Vengo de ese miedo es el de la violencia y los abusos, así que el estilo trata de ser coherente. Pero el otro gran tema de esta novela yo diría que es la escritura, sus límites y sus efectos, tanto para quien escribe como para quien lee. En el caso del escritor o del narrador, a veces la historia se adecua e incluso se transforma en función de sus circunstancias. En este caso el narrador de Vengo de ese miedo llega de una especie de abismo en sus recuerdos, y se convierte en un historiador que confronta sus recuerdos con los de otras personas que han conocido a su familia, y termina escribiendo una crónica familiar de tres generaciones que también funciona como un retrato social de la época.
-¿En qué sentido el miedo es el protagonista principal del libro?
-En el sentido de padecimiento, pero también como motor. La novela habla de los miedos físicos y también de los que no lo son. Del miedo atávico que contamina toda la novela a tener una especie de semilla que transmitas a tus hijos y que perpetúe esa mala relación. La novela se cuenta desde un punto de vista de un adulto que indaga en su pasado, que acaba de ser padre y que esa paternidad cambia la forma que tenía de plantearse las cosas de la vida.
-’Vengo de ese miedo’ tiene paralelismos con ‘Arena’, otra de sus novelas, que hablan de la adolescencia como un calvario.
-Puede ser que ambos libros dialoguen un poco, pero son muy diferentes. En Arena el espacio cronológico está muy acotado, a julio de 1992, y habla de Bruno y su grupo de amigos y amigas, entre 16 y 19 años. También es un retrato político de la sociedad de entonces, de esa España en la aparente modernidad pero llena de miserias ocultas. Es la historia de una persona desubicada de su entorno, y aunque las dos hablan de familias desestructuradas, tienen intenciones muy diferentes.
-Para usted es importante el concepto de retrato social. ¿La novela debe capturar un instante del contexto donde se desarrolla?
-Estoy convencido. Los espacios tienen memoria y son muy importantes. Hasta el punto de que en mis libros intento que los espacios sean un personaje más. En Arena es la playa, casi un ente vivo, y en Vengo de ese miedo lo es la casa familiar, un personaje que se va desdoblando a través de elementos casi del género de terror. Cualquier personaje que crees va a actuar de un modo u otro en función de su espacio, de su contexto, de dónde esté o deba estar ubicado. En ese sentido es casi una novela de clase. Y a ese respecto creo que intento evitar la tendencia que hay a embellecer los contextos... no se puede escribir sobre el dolor o el horror de forma bonita, porque es caer en el eufemismo. Otra cosa es que tu historia sea esperanzadora.
-¿Lo es ’Vengo de ese miedo’?
-Sí. Pese a todo el dolor, creo que es un relato que termina de forma brillante y esperanzadora. Es normal que llame la atención la violencia y el miedo, y que puedas tener la tentación de quedarte con la lectura nefasta, pero en la novela no hay victimización, eso es algo que siempre reivindico.
-Dice que otro tema de la novela son los límites de la escritura. ¿Debe tenerlos?
-Yo creo que no. Creo que no tiene que haber pudor, pero sí elegancia y contención. Creo que mi novela es antisensacionalista, y he intentado ser lo más elegante y comedido posible. Insisto que una novela es un artefacto estético, ese es el principal objetivo al que debe servir.