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Noemí San Juan, periodista y escritora aragonesa: “Mi abuela huyó a Francia a pie y nevando, y hoy nos quejamos porque no va la wifi” Noemí San Juan, periodista y escritora aragonesa: “Mi abuela huyó a Francia a pie y nevando, y hoy nos quejamos porque no va la wifi”
Noemí San Juan es periodista de Aragón TV en Madrid

Noemí San Juan, periodista y escritora aragonesa: “Mi abuela huyó a Francia a pie y nevando, y hoy nos quejamos porque no va la wifi”

La aragonesa es una de las mujeres que dan voz a las historias femeninas de la guerra en ‘Nietas de la memoria’
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La zaragozana Noemí San Juan es una de las periodistas que han puesto voz a sus abuelas –a su madre, en el caso de Cristina Prieto­– en Nietas de la Memoria (Bala Perdida), un libro sobre diez mujeres cotidianas, heroínas y supervivientes de la guerra civil que nunca saldrán en los tratados de historia. 

-¿Como nació este proyecto?

-A raíz del histórico 8 de marzo de 2018 y de la campaña ‘Las periodistas paramos’, teníamos un chat en Telegram y surgió un debate sobre lo que habían pasado nuestras abuelas. Empezaron a surgir anécdotas y nos dimos cuenta de que son historias apasionantes y que cada cual solo conoce las de su familia. Se han escrito muchas historias sobre el hombre pero tantas sobre mujeres, y menos sobre mujeres cotidianas. Así que decidimos hacer el libro con 10 historias de nuestras abuelas como homenaje. 

-¿Se trata de ensayo, de novela...?

-Se mezclan géneros y los diez relatos son muy diferentes, aunque tienen en común que son en primera personas. En mi caso elegí el género epistolar, recreando las cartas que pudieron escribirse mi abuela y su madre y que nunca recibieron. 

-¿Cuál fue la historia de su abuela?

-Mi abuela y mi bisabuela vivieron la guerra separadas y sin saber nada la una de la otra. Por eso escribí su historia en formato epistolar, en homenaje a esas cartas que se escribieron y que nunca llegaron. Vivían en Vera del Moncayo pero mi abuela, Lola, marchó a Bilbao antes de que estallara la guerra con sus tios. Cuando estalló, mi abuela, sus tíos y sus primos tuvieron que marcharse y cogieron un barco a Francia. De allí cruzaron por Cataluña para intentar ir a Vera, pero no lo lograron, y pasaron meses refugiadas en Camprodón hasta que, cuando cayó Barcelona en enero de 1939, huyeron en las caravanas a pie que cruzaban por el Pirineo, de nuevo a Francia. Al acabar al guerra pudieron regresar a Vera y reecontrarse con mi bisabuela, que mientras tanto, en el pueblo, había perdido a su marido y a uno de sus hijos fusilado. Y siguió adelante si mi abuela estaba viva o muerta durante tres años. 

-¿Fue duro para usted plasmar esa historia?

-Un poco, porque mi abuela murió dos semanas antes de que naciera este proyecto y me cogió con el corazón en la mano. Pero ella, que tenía 11 años cuando estalló la guerra, siempre nos dijo que para ella no había sido tan dura, que había sido casi una aventura junto a otros niños. Al ordenar recuerdos para escribir la historia me di cuenta de que esto no es posible, que una niña de 11 años sufre tanto como un adulto, pero creo que mi abuela siempre tuvo ese punto de vista inocente, de quitarle hierro al asunto, para hacérnoslo más dulce a nosotras. Eso es muy generoso. Y quise mantener ese punto de vista en mi relato, el mismo que ella utilizó para contármelo.

-¿Qué hace más pertinente a este libro? ¿Que sea la historia de diez mujeres? ¿O que esté contada por otras diez?

-Ambas cosas. La Historia suele hablar de hombres y suele estar escrita por hombres. Nuestra intención no era escribir Historia, pero es de justicia hacer un homenaje a lo que pasaron las mujeres en esta época. 

-El subtítulo del libro dice ‘Mujeres que perdieron la guerra’, pero me da la impresión de que no se refiere a su ideología...

-El libro es heterogénero, con gente de toda España –también de Teruel, porque la abuela de Ana Isabel Donet nació en Manzanera, aunque la historia se desarrolla fuera–, de mujeres rurales, urbanas, de diferentes clases sociales y también de diferentes ideologías. No es un libro ideológico, sino feminista.

-Nuestra generación no ha tenido miedo de hablar de la guerra y ha contado con medios técnol´gocios para registrar cada pequeña historia familiar. ¿Hemos hecho los deberes o muchas de ellas se han ido a la tumba para siempre?

-Podríamos haber hecho más. Nuestra generación nunca estudiamos la guerra civil en el Instituto y tenemos la obligación de conocer bien la historia para cerrar heridas. Y con este libro además reivindicamos que hay que preguntar y hablar con nuestros mayores, siempre. De hecho hay un proyecto que va más allá del libro, la web nietasdelamemoria.com, a través de la que invitamos a todo el mundo que quiera a enviarnos la historia de su familia y publicarla en un blog para que no se pierda. Está teniendo muy buena acogida. 

-Esta pandemia es el primer gran drama del siglo XXI, más global que ningún otro, y está siendo una pesadilla que ha costado la vida a mucha gente... Sin pretender trivializarla, no tiene la sensación de que, comparado lo que pasaron nuestras abuelas y abuelos en la guerra, es ‘pecata minuta’? ¿Somos una generación débil ?

-Hablamos de la pandemia en términos de guerra, y no lo es. Guerra es lo que pasaron ellos, lo que pasa la gente en Siria, no esto. Esto es un drama y no quiero quitarle importancia, por supuesto. Ha muerto mucha gente, además mayor, y en la soledad de un hospital, pero entonces murieron en la calle, en las ruinas. Y además pasaron hambre, frío, miedo, murieron niños y jóvenes con toda la vida por delante... Mi abuela cruzó con 14 años la frontera del Pirineo en invierno, de noche y nevando. Y llevando consigo solo lo que podía transportar ella misma. ¿Tú imaginas lo que debió de ser aquello? Y ahora protestamos porque no nos funciona bien la wifi, no podemos salir a correr durante el confinamiento o estamos estresados por el inicio del cole. A veces deberíamos pensar de dónde venimos, por dónde han pasado nuestros mayores y qué tenemos gracias a ellos, para afrontar de otra manera nuestros problemas.