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Patricia Crespo, poeta descendiente de Puertomingalvo: “La poesía solo hay que sentirla, pero mucha gente se empeña en entenderla” Patricia Crespo, poeta descendiente de Puertomingalvo: “La poesía solo hay que sentirla, pero mucha gente se empeña en entenderla”
Patricia Crespo (izda.), junto a Verónica Herrero en Puertomingalvo

Patricia Crespo, poeta descendiente de Puertomingalvo: “La poesía solo hay que sentirla, pero mucha gente se empeña en entenderla”

Presentó ‘Cantos de la desesperanza’ durante la Plaza Poética de Puertomingalvo
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Patricia Crespo es una profesora de Valencia que mantiene un fuerte nexo con Puertomingalvo, localidad de donde procede su familia paterna –la materna es de Teruel capital–. Junto con Verónica Herrero organizó en agosto la segunda edición Plaza Poética, un encuentro poético donde además presentó Cantos de la desesperanza (Bohodón), su segundo poemario publicado.

-Este encuentro tuvo el curioso precedente de... ¿un Lavadero poético?

-Sí, el año pasado hicimos en encuentro en el lavadero del pueblo, un lugar muy indicado porque las palabras curan y lavan el alma, y además queríamos poner en valor este espacio, que está un poco en desuso. Hubo cincuenta personas durante más de dos horas y media, y nos pareció tal éxito que quisimos repetir. 

-En esta ocasión competían con el Covid-19... son malos tiempos para la lírica y para todo lo demás. 

-Conforma se acercaba la fecha se iban cancelando más y más actividades, como el cine de verano y otras cosas. Verónica (Herrero) y yo nos planteamos cancelarlo, pero meditamos y decidimos seguir adelante, en un espacio abierto y con todas las medidas de seguridad, pero adelante. Llamamos a algunos amigos, como Santi Monforte y Juan Coronil a la guitarra, y poetas como Miguel Ángel Nácher, Ana Benages, Begoña Sousa, Verónica y yo. Y nos encontramos conque muchísima gente vino, se quedó a escuchar los recitados y subieron espontáneamente al micro abierto, a recitar poemas que buscaban en el móvil. Fue genial porque tuvimos una gota cultural, junto a la exposición de pintura de Rafael Armengol, y al pueblo eso le sienta muy bien. Nos hizo olvidar por un rato este verano tan extraño.

-Fue una especie de oasis...

-Yo sé que mucha gente no vino por miedo, y es normal. Pero otra mucha se acercó porque le apetecía poner un poco de normalidad en su vida. La plaza se llenó porque la poesía tiene mejor acogida de lo que nos parece. Quizá no hay muchas personas que se sientan a leer poesía, pero si alguien se la recita todo el mundo la disfruta mucho. 

-¿Al final tienen que suspenderse todos los festivales de la provincia para recordar que amamos la poesía?

-Quizá haya quien necesite que se lo recuerden, pero así es. Por la rutina, por la falta de tiempo, porque crees que la poesía es difícil o no la vas a entender... Pero cuando te sientas cómodamente, tranquilo, con música y buena poesía, se conjugan una serie de elementos que hace que todo el mundo olvide sus prejuicios. 

-¿El año que viene tendrá continuidad el Lavadero Poético y la Plaza Poética?

-Sí. Estamos barajando nombres, quizá el Balcón Poético. Tenemos confirmados a nueve poetas de Madrid, Valencia, Zaragoza y Murcia, y combinaremos con interludios musicales, con sesiones de micrófono abierto, algo de poesía infantil, queremos rescatar poemas escritos por gente del pueblo. Ya hemos empezado a hablar con el Ayuntamiento, y nos gustaría darle mayor entidad. 

-Un Festival con todas las de la ley, vaya...

-Llamarlo festival me da miedo. Digamos un encuentro poético de cierto calado...

-Hábleme de ‘Cantos de la desesperanza’, su poemario recién editado por Bohodón...

-Es el segundo libro que publico, aunque el primero, Erosgrafías, es prosa poética erótica, y este es poesía.

-¿Se trata de poesía ‘compleja’?

-Escribo sin métrica ni rima, pero no sé... el problema es que la gente intenta entender la poesía, y eso es un error. ¡La poesía no se entiende, se siente! Yo a veces leo poetas y, sin comprender exactamente lo que dicen, comparto su alegría, su tristeza. Y eso es lo maravilloso, la capacidad  que tiene para evocar y para hacer que empaticemos las personas. Entiendo que a veces para algunos lectores determinadas metáforas o imágenes resulten complejas, pero insisto, se trata de sentir, no de comprender. 

-Pese al título, ‘Cantos de la desesperanza’ habla de lo contrario, de la esperanza...

-Es un libro positivo. Tiene tres partes, Ocaso, Noche y Aurora, que hacer referencia a las etapas en las que se divide el final de una relación sentimental, porque al final estoy hablando de eso, de una relación amorosa. Y tras el ocaso y la noche, siempre está ese futuro amanecer que siempre llega. 

-También parece que esté hablando de la pandemia. En estos meses todo lo analizamos en función de ella.

-Sí, no lo había pensado, pero se puede entender como una metáfora de lo que estamos viviendo. Ahora estamos en la fase más oscura de la noche, pero como tú y yo somos optimistas, vamos a pensar que pronto llegará la aurora. 

-De acuerdo... Pero una última cosa, ¿un poeta no siente rubor al desnudarse por completo ante su público?

-Ummm... ya no. Reconozco que al principio sentía algo de rubor, pero luego me di cuenta de que la lectura que yo hago de mi texto es muy diferente a la que hace el lector. Es lo que te decía antes de sentir y no entender. La gente traslada sus sentimientos y experiencias a lo que yo he escrito, pero en realidad lo importante no es lo que me ha pasado a mí, sino cómo conecta el lector la poesía con lo que le ha pasado a él. Hay distancia en la experiencia, pero compartimos unos sentimientos, empatizamos de una forma maravillosa. Así que no me da rubor desnudarme porque no es un desnudo integral. Es como uno de esos a través de un cristal velado y traslúcido que solo permite intuir las formas.