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Rolando Ruiz Durán, misionero javierano en Camerún y Chad: “Hemos enseñado a los ‘moussey’ a escribir el idioma que hablan” Rolando Ruiz Durán, misionero javierano en Camerún y Chad: “Hemos enseñado a los ‘moussey’ a escribir el idioma que hablan”
Rolando Ruiz en la presentación a los medios de la campaña de Manos Unidas

Rolando Ruiz Durán, misionero javierano en Camerún y Chad: “Hemos enseñado a los ‘moussey’ a escribir el idioma que hablan”

Los proyectos de Manos Unidas han contribuido a alfabetizar a una parte de los habitantes de Chad
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Rolando Ruiz Durán es un misionero mexicano que ha vivido en África, en concreto en Chad y en Camerún, y actualmente acompaña a jóvenes españoles que se encargan de campos de trabajo con inmigrantes en Ceuta y Tetuán. El misionero participó el viernes en la Cena del Hambre que Manos Unidas organiza en el claustro del Obispado. Sobre Chad, con 15 millones de habitantes, recordó que es el cuarto más pobre del mundo según el Indice de Desarrollo Humano. 

-¿Qué papel juega la iglesia en Chad? 

-La iglesia tiene una presencia hermosa porque está con hermanos y hermanas en humanidad, ya que la mayor parte son musulmanes, un 50%; una 40% tienen una religión tradicional africana y un 10% son cristianos, de los que 5% son católicos y 5% protestantes. Hablan 147 lenguas, destacando el francés y el árabe chadiano. 

-¿Qué proyecto han desarrollado en este país con Manos Unidas?

-Un proyecto para el que hemos pedido ayuda a Manos Unidas es de alfabetización en lengua moussey. Los moussey hablan su lengua perfectamente pero no la saben escribir. Haber hecho desde el punto de vista misionero, un vocabulario y una escritura es muy importante. Y muy difícil porque tienen nueve consonantes que no existen en francés. La gente es inteligente pero existe un 40% de analfabetismo porque no hubo escuelas, que esas personas sean capaces de escribir su propia lengua era necesario. Gracias a un proyecto que duró cuatro años trabajamos con los alfabetizadores, que luego iban en bicicleta a las aldeas a enseñar a escribir su idioma. 

-¿Por qué era importante que funcionara esto?

-Cuando vienen de la FAO o de las ONG, porque en esta país la situación es delicada, no saben hablar la lengua de allí. Por ejemplo, vino un hombre majísimo que hablaba el francés “del catequista”, que se daba a entender pero no sabía la lengua de allí. Tenía que hablar con el formador que luego lo transcribía. Era una chico joven que destacó la importancia de que pudieran escribir en su propia lengua para los proyectos de desarrollo. Esta labor ha sido posible gracias a este proyecto. Hay 200.000 moussey de los que una pequeña parte está en Camerún. Cuando aprendí su lengua, que es muy difícil, pensé por qué he aprendido una lengua que habla tan poca gente pero luego me ha servido de mucho. Teníamos diez parroquias, distribuidas en una extensión equivalente a un cuarto de la Comunidad de Madrid. Los alfabetizadores llegaban a 35 aldeas. Lo sabemos porque Manos Unidas es muy exigente con sus proyectos y nos piden todos estos datos para que el dinero no se tire y sea algo bueno.

-¿Para qué ha servido también este proceso alfabetizador?

-Nosotros hemos traducido también el Código Penal para que ellos puedan defenderse, que puedan leer en su propia lengua los derechos que tienen y cuáles son sus obligaciones, para que sean enjuiciados por un juez no por el policía de turno. Dentro de su empobrecimiento por no haber tenido acceso a estudios está la capacidad de defenderse. También teníamos una radio para difundir  los derechos humanos.

-¿Hay escasez de medios básicos?

-En la escuela los niños escriben sobre las piedras en una pizarra, borran con la mano la tiza y vuelven a escribir porque no hay libros. Son importantes las bibliotecas, porque ellos no tienen tantos medios como nosotros, que a través de Internet nos enteramos de todo. En las bibliotecas vienen y se enteran de las cosas. Un profesor que iba con una monja ursulina a Camerún a buscar libros descubrió el tren, del que tanto había hablado. Le dio la vuelta a todo el vagón. Había hablado del tren a sus alumnos pero nunca había visto uno. Esto pasa en el siglo XXI. En Chad tampoco hay electricidad ni agua potable. Hacemos pozos  gracias a proyectos de Manos Unidas. El promedio de vida en Chad es de 47 años, uno de los países con menor esperanza de vida. 

-¿Por qué es misionero?

-Yo soy misionero pero lo más hermoso es humanizarse. Estar con personas que tienen los mismos derechos que yo. Me gusta una frase de Raoul Follereau, que trabajó para erradicar la lepra en el mundo, que decía que nadie tiene derecho de ser feliz a solas. No vale que yo viva por mi felicidad y mi bienestar y me olvide de todos los demás. Al revés, la felicidad más grande que experimento es cuando participo en la felicidad de otro. Creo que Manos Unidas tiene también este objetivo. Una Mesa del Hambre se hace porque se participa de la felicidad del otro. 

-La campaña de este año de Manos Unidas incide en las consecuencias del cambio climático en los más necesitados. Ponga un ejemplo.

-Cuando llegué en 1997 a Chad me habían dicho que el desierto, del que tiene dos terceras partes, avanza 7 kilómetros al año. El cambio climático afecta muchísimo y supone que cambia las condiciones de vida de sus habitantes. Ellos no tienen supermercados, comen de los que cosechan y esto rompe su estructura. Ahí están los proyectos de Manos Unidas. Agradezco a toda la gente creyentes o no que colaboran con Manos Unidas, que trata que todo el dinero vaya al lugar y sea gente local que viva de ese dinero.  Ellos no saben qué es Manos Unidas, pero les suena a castellano. Por eso saben que España es solidaria y eso es muy bonito.