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CD Teruel S.A. CD Teruel S.A.

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Javier Silvestre

Cuatro millones de euros costará el nuevo campo del Pinilla. Uno, lo pondrá el Ayuntamiento de Teruel y los tres restantes el Gobierno de Aragón. El objetivo es adaptar el campo a los requisitos que deben cumplir los clubes de fútbol que juegan en Primera RFEF. Habrá gradas en los cuatro laterales del césped y se techará la instalación para que las 3.240 localidades que se van a construir puedan sobrellevar con más bondad las inclemencias climáticas de nuestra ciudad. 

¿Qué quieren que les diga? Pues que me parece un dineral, aunque hay que ver la letra pequeña. Lo primero que les digo es que nunca me ha interesado el fútbol y no entiendo por qué hay que mantener con dinero público ciertas élites deportivas. No me malinterpreten, apoyar el deporte es algo necesario. Y subvencionar al CD Teruel me parece lógico hasta cierto punto. 

Es cierto que cuando el club estaba en categorías inferiores tenía todo el sentido del mundo hacerlo, pero quizás ahora sea el momento de plantearse la entrada de capital privado, tal y como viene reclamando el presidente del CD Teruel, Ramón Navarro. Porque la inversión necesaria se ha duplicado con el ascenso, pasando de 600.000 euros a más de 1,2 millones de euros esta temporada.

Es mucho dinero, demasiado, para una ciudad tan pequeña y modesta. Y para un club que con mucho esfuerzo consigue tener 1.200 abonados. Por eso es momento de abrir la puerta a inversores privados que quieran invertir y arriesgar su capital económico con nuestro modesto equipo. Navarro decía en una entrevista que “el Teruel necesita ser convertido en sociedad anónima deportiva, y así se lo vamos a plantear a los socios” y que “el peso del club no puede recaer sobre los directivos”.

Añadía que “ahora que el presupuesto y la profesionalización van a aumentar, creo que a corto plazo habría que funcionar como una sociedad con una serie de accionistas”. ¿Qué significaría esto? La pérdida de control del club por parte de la actual directiva, de no ser que se pacte lo contrario. Pero el inversor de fuera lo que busca, más allá de poder alardear de tener un equipo de fútbol, es ganar dinero. Punto final.

Actualmente, el CD Teruel tiene cuatro vías de financiación: las subvenciones públicas (que pagamos todos, nos guste el fútbol o no); los patrocinadores; los abonados y venta de entradas y la aportación que hace la RFEF por, entre otros conceptos, los derechos de emisión de los partidos en televisión. Y está claro, el dinero no llega para pagarlo todo. El sueldo de los jugadores no es nada del otro mundo (unos 20.000 euros brutos anuales), los desplazamientos ya no son a localidades cercanas y toca adaptarse a la normativa de un club semi-profesional. Y eso vale dinero.

El campo del Pinilla va a costar 105 euros a cada turolense. No parece demasiado teniendo en cuenta que se trata de una equipación municipal de la que se puede disponer para cualquier otro uso tal y como ocurre en otras ciudades. Pero no dejan de ser cuatro millones de euros para algo que van a poder disfrutar 3.240 personas como mucho. Haciendo la cuenta de la vieja, aquí sí, se dispara lo invertido: 1.234 euros por asiento. 

Lo lógico es que, llegado un punto, el CD Teruel abonase al Ayuntamiento una especie de alquiler por el uso del campo de titularidad pública, tal y como hacen otros clubes que no disponen de campo propio. Pero para llegar a este punto, nuestro equipo tiene que crecer más y convertirse en algo que todavía no es.

Ya lo dije aquí, en una columna por la que recibí fuertes críticas: los jugadores del Teruel tienen que vivir y entrenar en Teruel. Eso para empezar. Si el futuro accionista que invierta en el club quiere poder rentabilizar su inversión necesitará más gradas. Con 3.240 localidades se me antoja complicado. Y el Pinilla, por estar donde está, no da para más. Ni tan siquiera cumple con las 4.000 localidades exigidas por la RFEF. Así que si pretendemos que el CD Teruel crezca es necesaria la entrada de capital privado y de flexibilidad de las Administraciones para acompañar al club en sus planes de expansión. 

Eso sí, la jugada puede salir mal. No sería la primera vez que un inversor deja tirado a un equipo modesto a mitad de temporada y tienen que salir al rescate los socios y el erario público. Pero ya saben que el que no arriesga tirando a puerta… no marca.