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El ruido de los borregos El ruido de los borregos

El ruido de los borregos

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Javier Silvestre

Agotado estoy de los indocumentados de manual que me están poniendo verde en redes sociales por dudar de que Chanel (representante de España en el Festival de Eurovisión 2022 que se celebra en Turín) vaya a alzarse con la victoria. Quizás me equivoco y cuando lea usted esta columna, esta artista musical ha hecho historia igualando a Massiel y a Salomé. Pero yo prefiero ser conservador y mostrarme relativamente escéptico. El problema llega cuando tengo que plasmar con datos objetivos que años atrás, con apuestas musicales claramente peores, los eurofans siempre albergaban la esperanza del milagro y convertían en favorito incluso al que luego quedaba en última posición. Decir esto en un artículo de La Vanguardia me ha costado estar toda la tarde recibiendo insultos de una panda de indocumentados que me acusaban incluso de no haber visto jamás el Festival de Eurovisión.

Lo más rocambolesco es que tenía que aguantar esta cascada de descalificaciones profesionales y personales estando yo en Turín, precisamente. No suelo contestar a estos sabelotodo pero ayer me pudo el orgullo. Y me defendí con la foto que pueden ver en esta columna de opinión. Era mi forma de decir que no sólo sé de lo que escribo sino que además no lo hago de oídas sino que lo he vivido durante años.

La respuesta ha dado igual porque los mononeuronales de Twitter ya tienen su película hecha. Porque su capacidad de comprensión lectora no les llega ni para los 180 caracteres que permite esta red social. Porque creen que su deformada visión del mundo es única e incuestionable. Y cuando alguien no dice o no piensa como ellos se limitan a agredir sin compasión. Luego son los mismos que hablan del ciberacoso y de la salud mental: los maltratadores 2.0 a los que uno jamás llega a acostumbrarse.

Suelen ser gente con mucho tiempo, poca formación y nula autoestima. Seres frustrados en sus vidas reales que ajustician al prójimo virtualmente porque su cobardía les impide hacerlo cara a cara. Son la putrefacción en la que pesca el populismo para convertir la sociedad en un ring de boxeo constante, donde la polarización se ha adueñado de absolutamente todo. Incluso de la música de Eurovisión.

Lo más inteligente es ignorar a esta gente. Bloquear y silenciar. Pero para ellos, en su supina ignorancia, lo consideran una victoria que les reafirma en su discurso extremista. Por eso es necesario este artículo de opinión y de explosión. Porque quiero dejar escrito que merecéis ser retratados públicamente. Y porque quiero que tenga claro, usted que me lee, que es mejor que ellos cuando opina de cualquier tema en redes sociales. La turba cobarde hace ruido pero poco más. Somos mayoría los que sabemos de lo que hablamos, los que respetamos las opiniones del prójimo, los que ponemos nuestro nombre y apellidos cuando opinamos. El silencio de los corderos se ha transformado en el ruido de los borregos.