Síguenos
La curva que no existe La curva que no existe

La curva que no existe

banner click 244 banner 244
Javier Silvestre

La curva se ha roto. Ya no sirve. Esas cifras que cada día me mantenían pegado al móvil a las 11.30 de la mañana y que hacían variar mi estado de ánimo en función de defunciones, altas, ingresos en las UCI… no valen para nada. Se acabó: son papel mojado. No me las puedo seguir creyendo ni un día más. 

La culpa la tiene el presidente de la Generalitat, Quim Torra, que ha decidido romper la baraja y sacar sus propias cuentas. Jamás pensé que escribiría semejante afirmación pero el ‘MHP’ ha hecho “lo correcto”. No entraré a valorar el por qué lo ha hecho (aunque conociendo sus motivaciones seguro que no tiene nada que ver con un bien común más allá del suyo propio) pero sí lo que comporta esta salida de la “contabilidad oficial”.

Hace días que algunos responsables autonómicos lo advierten con la boca pequeña: “No estamos contabilizado bien”. Incluso ha tenido que intervenir la Justicia en algunas autonomías, como Castilla-La Mancha, donde las cifras facilitadas al Ministerio de Sanidad y las defunciones del Registro Civil difieren un 170%... para mal, por supuesto.

En Cataluña, cuando se han cruzado los registros de hospitales con los de las funerarias casi se ha duplicado el número de muertos por coronavirus. También Madrid ha empezado a hacer sus propias cuentas y reconoce que 5.000 ancianos habrían muerto en residencias con síntomas de Covid 19 pero que no están recogidos en las estadísticas oficiales.

El Ministerio de Sanidad, pese a todo, mantiene invariable su forma de contabilizar fallecidos. La que unificó (no sin bastante retraso) a finales de marzo y que, a todas luces, dista mucho de la realidad por muy consensuada que esté con la OMS. Una forma de sumar que ya no es válida y que pocos nos creemos ya. Así que la curva nadie sabe cómo está realmente: si se ha doblegado, si está disparada o si acabará ahogándonos a todos irremediablemente.

Y estas frías cifras eran la mejor baza que tenía el Gobierno para justificar todas y cada una de sus decisiones en su lucha contra el Covid 19. “Hay que aplanar la curva”, hemos repetido como un mantra en todos los medios de comunicación. “Alargamos el confinamiento para frenar la curva”, nos anuncian desde Moncloa. “Volved a trabajar porque la curva tiene una clara tendencia a la baja”, argumentan los que dicen que saben.

Y resulta que la propia curva es un bulo. No es un fallo puntual, ni una falta de consenso, ni un intento de insuflarnos ánimos. Es un engaño en toda regla. Somos una sociedad adulta y sabremos encajar el golpe de una cifra de muertos inasumible. Ocultarnos la verdad más tiempo mermará aún más la maltrecha confianza en los gobernantes. Y seguir tomando decisiones basándonos en datos irreales demuestra que algunos políticos vuelven a anteponer sus criterios propagandísticos a la salud de sus propios conciudadanos.

Los mismos responsables políticos que se aferran de la curva para no precipitarse al vacío o para catapultarse al estrellato deberían tenerlo claro: la curva ya no existe.