Síguenos
Lo del Himno Lo del Himno
banner click 236 banner 236
Javier Silvestre

Sobre gustos no hay nada escrito. Eso, que vaya por delante. Y a mí personalmente, el nuevo himno de la Vaquilla no me acaba de gustar. O quizás es que me tengo que acostumbrar a oírlo… que también podría ser. Es cierto que cumple a la perfección el cometido para el que el Ayuntamiento encargó su actualización: poder usarlo durante todo el año con una versión larga y otra corta; y que la gente escuche la letra con claridad para ayudar a recordarla. Este objetivo está claramente conseguido. Lo que pasa es que entre actualizar y reinterpretar hay un trecho.

Porque aquí, discúlpenme los entendidos en la materia musical, no se ha modernizado la obra de Antón García Abril: se ha reinterpretado. El productor musical encargado de la obra, Fran Gallego, aseguraba que la idea es “adaptarlo cultural y musicalmente”. Y añadía: “Sabemos que los himnos tienen una identidad, pero el tiempo avanza, las costumbres avanzan, todo avanza, y todo tiene que sufrir sus modificaciones.” Es aquí donde no comparto su opinión.

Un himno es un himno. O al menos suele tener estas características musicales: “Solemnidad, melodía memorable, estructura en estrofas y un coro opcional, y un ritmo y armonía que favorecen la participación vocal colectiva. Suele ser interpretado en un tempo moderado y en una tonalidad mayor, aunque puede modular a menor para momentos de mayor emotividad”. Y el antiguo himno de la Vaquilla cumplía a la perfección con estas reglas, como bien sabía el propio García Abril (que de música sabía un rato) cuando lo compuso. Esta nueva versión, discúlpenme los puristas, pero tiene poco de solemne o memorable.

Hemos pasado de un ritmo alegre acompañado por castañuelas a una melodía mucho más lenta hasta llegar al estribillo. Igualmente, la modernización conlleva recortes sonoros. De una música interpretada por una orquesta con un gran despliegue de instrumentos, nos quedamos algo más intimo: un piano, una bandurria, una guitarra española, un contrabajo y una batería. Es como si en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos sonase el Himno Olímpico con una armónica, un acordeón y unas maracas. Seguro que suena genial, pero perdería toda su solemnidad.

Decía Gallego que la nueva pieza recoge conceptos de jota y el pasodoble pero con sonoridades del siglo XXI. Y recalcaba que lo que ha hecho “no es sustituir, es sumar”. Y eso espero, que la nueva versión no sustituya a la antigua. Que se complementen si quieren, en función del momento y el lugar. Porque no sé yo cómo va a sonar este nuevo himno tras la puesta del pañuelico. Aunque se lo puedo adelantar: no se escuchará. Las charangas y el ambiente de júbilo ensordecerán a esta versión del siglo XXI. Ya puestos a modernizar, haberle metido un poco de electrolatino que se adaptase a semejante momento de exaltación de las masas.

Insisto. No estoy en contra de esta nueva versión, pero me parecería mal que sustituyese a la antigua. Si el problema es que no se entiende muy bien la letra (cosa con la que estoy totalmente de acuerdo), se encarga a nuestras excelentes bandas de música que se grabe de nuevo el himno antiguo pero con una ecualización adecuada de voces y música. Y fin de la historia. Pero tenemos que meterle mano a todo. Parece que nos encanta generar una polémica de algo que no está entre las preocupaciones de los turolenses.

Sea como sea, disfrutemos de la Vaquilla que arranca en seis días y bailemos lo que nos echen. A partir de la semana de los dolores ya habrá tiempo para seguir analizando la actualidad de nuestra ciudad. ¡Felices Fiestas, a todos!