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Manual del bodegón playero Manual del bodegón playero

Manual del bodegón playero

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Javier Silvestre

Lo confieso. Yo también soy de esos que no puede (ni quiere) evitar compartir con todo el mundo una foto de sus pies en algún paraíso random. La que acompaña a la columna de hoy está tomada hace escasos segundos en la playa de Elia, en Mykonos (Grecia). Y, ¿quién puede negarse a compartir con propios y extraños tanta felicidad?

Pero no se engañe. Incluso para fotografiar algo tan banal como unos pies hay que tener nociones de postureo. Lo primero es tener unas extremidades aptas para inmortalizar. Y créanme que no todo el mundo las tiene. Lo mínimo exigible es mantener uñas y pelos a raya para evitar convertir algo bucólico en una imagen más parecida a las pinturas negras de Goya.

Luego hay que conocer mínimamente conceptos como enfoque y profundidad de campo. Por muy bonito que sea el paisaje a retratar, si lo que se enfoca es la uña de nuestro dedo gordo quizás la estampa pierde en belleza (aunque gane en dramatismo). Para conseguir que todo quede enfocado aleje la cámara de sus pies tanto como pueda. Encuadre primero y enfoque después un punto intermedio entre sus fotogénicas extremidades y el infinito a inmortalizar.

Siempre es preferible que parezca que no hay nadie allá donde estemos… La soledad le confiere un halo de glamour a nuestras publicaciones y hay que esforzarse para borrar a los que ensucian nuestra foto. Lo mejor es elegir bien el tiro de cámara y huir de aglomeraciones propias de Benidorm. Escoger una porción de mar donde no haya casi nadie y tratar de ocultar a los intrusos aprovechando nuestros propios pies. Si vemos que es imposible, siempre nos quedará el Photoshop aunque su uso, en manos inexpertas, puede acabar en desastre (como ponernos algún dedo extra a nuestros pinreles).

Otro concepto que debemos tatuarnos a fuego es el siguiente: "la horizontalidad es nuestra amiga". Tratemos de sacar fotografías lo más enderezadas posible. Que no parezca que el Mediterráneo va cuesta abajo sin frenos o que ese campo de flores forma parte del monte Olimpo. Cuanto más sencilla y ordenada sea la foto, mayor armonía y, por consiguiente, mayor belleza.

Cuidemos también los detalles. Sacudamos la arena de la toalla y estirémosla. Que no parezca que ha habido una lucha de barro bajo nuestros pies. Ocultemos botellas, plásticos, mascarillas o colillas… Todo cuanto desvíe la atención de nuestros pies meciéndose en el paraíso.

Ocultar estos detalles visualmente molestos también evitará revelar más información de la estrictamente necesaria. Hay gente envidiosa que se aferrará a cualquier imperfección para tratar de hundirle. Así, que mucho cuidado.

La fase más osada de este tipo de fotografías implica ampliar el encuadre hasta mostrar el bañador y parte de la tripa. Sólo recomiendo este tipo de instantáneas cuando se domine a la perfección el bodegón anteriormente descrito. Y eso sí, extremando las precauciones en cuanto a encuadre y composición se refiere. Meter tripa y, en el caso de los hombres, resaltar los atributos masculinos no deben de ser temas baladí. Una mala foto puede llegar a hundir reputaciones a nivel mundial. He visto caer mitos eróticos por una mala foto...

Tenidas todas estas cosas en cuenta ya estaríamos preparados para mostrar al mundo los maravillosos rincones por los que nos perderemos este verano. Aunque me permito darles un consejo (que por supuesto yo no suelo cumplir nunca): fotografíen el mundo sin pantallas de por medio.

Disfruten del paraíso pero sin estar más preocupados por mostrarle sus pies al mundo que por saborear el momento. Porque aunque el recuerdo de esa foto perdurará, el tiempo que perdió haciéndola no volverá jamás.