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¿Quién se acuerda de Kabul? ¿Quién se acuerda de Kabul?

¿Quién se acuerda de Kabul?

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Javier Silvestre

¿Quién se acuerda ya de aquellas espeluznantes imágenes de decenas de afganos cayendo al vacío desde el fuselaje de los aviones militares estadounidenses que abandonaban Kabul? Parece que ha pasado una vida desde que el mundo se aterrorizara con el negro futuro de Afganistán. Y tan sólo han transcurrido cinco semanas. Pero ya nadie se acuerda de Kabul.

Recuerdo los reportajes de mujeres llorando desconsoladas porque iban a retroceder siglos en libertades. No soy capaz de borrar las imágenes de las 183 personas que murieron a las puertas del aeropuerto cuando un coche bomba les hizo saltar por los aires. Aún me estremezco con los azotes recibidos por una mujer, que era flagelada en plena calle, para aleccionar al resto de la atemorizada población.

Horas de televisión en directo. Cientos de páginas en los periódicos. Millones de publicaciones en todas las redes sociales. Y hoy domingo, 3 de octubre, ¿quién se acuerda de Kabul? ¿Ha visto en las dos últimas semanas alguna información sobre la que fue la mayor noticia del año? Si no ha ido a buscarla usted mismo dado su interés particular... les garantizo que no habrán leído ni media frase sobre el tema.

Y es que la actualidad es como un gran río de lava que arrasa con todo hasta que llega al mar del olvido. Las noticias incandescentes queman nuestras retinas y retumban en nuestros oídos con un remor ensordecedor. Cuando algo extraordinario ocurre, nuestra vida parece sacudida por un terremoto informativo de desmedida intensidad y se nos bombardea con piroclastos de las vidas truncadas por la tragedia.

En toda erupción informativa aparecen los vulcanólogos bragados en exprimir cada historia, pero también los catedráticos que sentencian cómo se debe de analizar el magma desde su apolillado laboratorio lejos de la boca del volcán.

Mientras, miles de curiosos se hipnotizan con el resplandor de la viscosa lava de reportajes especiales reptando en todos los medios de comunicación. Podrían darse la vuelta y elegir documentales sobre cualquier otra cuestión de actualidad o incluso perderse en una novela que les aparte de la realidad. Pero una aplastante mayoría se embelesa consumiendo el espectáculo de la naturaleza informativa que les deja absortos cada día que pasa.

Siempre hay quienes critican que los geólogos de la información se acerquen demasiado a la incandescente roca de la actualidad. Cargan contra los que recogen muestras de vivencias junto a la colada de lava y claman incluso contra sus propios colegas en un alarde de superioridad deontológica. Son pseudo científicos de la información acostumbrados a teorizar sin haber salido jamás a hacer un muestreo de campo. La mayoría no sabría qué hacer con una bomba informativa incandescente, aunque le cayese ante los pies. O aún peor, harían todo lo que ha estado criticando tiempo atrás cuando se tragaban otras erupciones por televisión.

Hay que estar allí. Notar cómo te abrasa la realidad en la cara, intentando ser empírico para no echar más fuego al magma, buscando el rigor sin renunciar a generar interés. Pero para entenderlo hay que ponerse en la ladera del volcán informativo y vivirlo. Y es imposible no abrazarse a los que aseguran que ya no hay futuro… A los que saben que los geólogos de la noticia somos su única esperanza para que, cuando la lava se endurezca, vuelvan a brotar verdes briznas de hierba entre tanta destrucción.

Saben que habrá un momento en que el volcán de la actualidad se apagará: bien porque la colada de lava se seque, bien porque otra erupción mayor eclipse a todo lo demás. La vulcanología informativa es así y así seguirá... Sino, al tiempo. Porque, seamos francos: ¿Quién se acuerda hoy de Kabul?