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Mis diecinueve

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Fernando Arnau

Me hubiera dado algo si no festejara los 19. Mis diecinueve. Para centrarnos, yo los cumplía en 1972. Transcurría mi vida entre la calle Amigó de Barcelona y el límite de Esplugues de Llobregat, donde trabajaba en negro, en un negocio eléctrico, mi especialidad adquirida en la Escuela de Maestría Industrial de Teruel, dirigida por el comandante Amado Alfaro Sansoube, y era ya un Maestro Industrial de la Escuela de Trabajo de Barcelona en el Instituto de Cornellà.
Cosas del flamante Plan de Educación de 1972, pude convalidar mis estudios industriales por el Bachillerato, pudiendo así afrontar el recién estrenado Curso de Orientación Universitaria (COU) gracias a la reforma del ministro Villar Palasí. Así pues, me ganaba la vida como electricista, en una empresa mantenida a flote gracias a la ingeniería financiera de Banca Catalana, dirigida, como no, por el futuro presidente de la Generalitat Jordi Pujol i Soley.
El Instituto de E. M. de Cornellà, quedaba en el cinturón rojo barcelonés. Mi COU, naturalmente. era de letras. A mis matemáticas indescifrables, rellenas de teoría de conjuntos, colaboraba la Sr. Panadés; a mi filosofía y sociología el Sr. Tauste, un joven licenciado que dominaba las ciencias humanas y me hizo bucear en el imprescindible Thomas S. Kuhn, razón por la cual, manejé las revoluciones científicas como regletas de empalme. Gracias a mi profesor de religión, de una liberalidad extrema, abordé Marcuse y pellizqué algo de la llamada Escuela de Frankfurt y más. Semiótica, semántica, mil análisis de contenido, gracias a una profesora gallega recién llegada de Hispanoamérica, etc. Así que mis 19 fueron, como para los compañeros de COU, una experiencia. La fábrica, la solidaridad… estaban presentes. 
Cincuenta años después, los adoquines franceses vuelven a temblar, con los Chalecos Amarillos; nuestro sino es la transformación, al menos desde la barrera; sólo la revolución tecnológica se nos escapa, porque nos las dan con queso quienes siempre hacen sus revoluciones desde el poder y por adelantado. A base de crisis de un sistema que se las sabe todas; se cansa de morir, pero cada vez tiene menos ganas de hacerlo. Es decir, goza de una salud de titanio. Lo sabemos desde entonces.