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“Fabricar un violín es como hacer un buen guiso, a fuego lento y buenos ingredientes”

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Fernando Solar, luthier, con uno de los violonchelos reciclados

La calle Pruneda de Alcañiz ha albergado este fin de semana

La calle Pruneda de Alcañiz ha albergado este fin de semana -con motivo del VII Concurso Jóvenes Promesas del Violonchelo- una curiosa exposición de violines, violas, contrabajos y violonchelos, además de alguna guitarra. Lo de curiosa es porque son instrumentos construidos por un luthier, en este caso Fernando Solar, no a partir de maderas nobles de arce y abeto sino de material reciclado. Son instrumentos en uso. Con ellos tocan los alumnos de un colegio y una residencia de menores de Madrid que, de la mano de Ecoembes, han conformado una orquesta que pretende imitar a la que en Cateura, en el extraradio de Asunción (Paraguay), formaron niños en situación de extrema pobreza.

- ¿Qué ha traído a Alcañiz?

-He traído "basura", pero con un poco de forma y con otro matiz, pues está transformada en música. Es una orquesta de instrumentos reciclados del proyecto "Música del reciclaje" de Ecoembes y son los que están tocando 85 niños del hospital materno infantil de Villa Paz y del colegio Nuñez Arena de Vallecas, también en Madrid.

-¿Cuánto hace que arrancó este proyecto?

-Ésto tiene dos años de vida. Ha sido un reto, porque vengo de una familia de luthiers.?Empezó mi abuelo, siguió mi padre y yo soy la tercera generación. Ha sido un reto, porque hay que fabricar instrumentos con elementos que usamos en nuestra vida cotidiana y que hay que pensar en transformar para convertirlos en un instrumento.

-Es decir, hay que hacerlos sonar.

-Sí. Al final acaban sonando en una orquesta y funcionando, no con la exigencia de un instrumento profesional, pero dan resultado. Tienen otro timbre, porque no dejan de ser cajas de madera, latas...

-Lo mejor en este caso es que les llenan la vida a unos niños que probablemente jamás habrían tenido la oportunidad de tocar un instrumento.

-La música no deja de ser elitista. No todo el mundo puede comprarse un instrumento y pagarse unas clases de violín. Es difícil tener acceso a la música, sobre todo ahora que la Educación está rotando tanto y vamos quitando horas de música en las escuelas. Así que ésto es un medio para que gente que no tiene recursos pueda tener acceso a la música. Y te das cuenta cómo los niños se agarran al proyecto, están locos por tocar estos instrumentos, se los quieren llevar a casa, estudian. Los profesores les dicen que si sacan buenas notas pueden ir a la orquesta y eso les motiva. Se les ve contentos y te lo devuelven con sonrisas y con cariño.

-Usted que fabrica instrumentos de una exigencia máxima, ¿ponerse a realizarlos con material reciclado le resultó difícil?

-Conocía el proyecto de Cateura (Paraguay) y me pareció maravilloso. Fue un reto bonito. Incluso tenía el violín de mi abuelo en el taller, que lo construyó con ocho años, y me di cuenta de que aquel violín era reciclado. Lo hizo con una navaja, con trozos de una mesilla y con pedazos de una suela de bota. He tenido que volver a mis orígenes, después de tres generaciones. Es como si la vida me hubiera dicho que tenía que darles a esos chicos una oportunidad que merecen.

-¿Ha redescubierto a su abuelo?

-Es como cerrar el círculo, porque vuelvo a aquel niño de ocho años que tuvo la imaginación para construir su primer violín. He vuelto a ser aquel niño de ocho años que fue mi abuelo.

-¿Siempre tuvo claro que quería ser luthier?

-Empezó mi abuelo en Pravia. Él fue autodidacta y después en Madrid trabajó con un guitarrero, Santos Hernández, hasta que se independizó en 1946. Después se enganchó mi padre, que era ingeniero industrial, pero que un día descubrió que lo que le gustaba era hacer violines no la ingeniería. Yo nací entre barnices y virutas, estudié la carrera de violín y también decidí quedarme a hacer lo que me gusta.

-¿El oficio se aprende en casa?

-Hay ya escuelas. Ha sido siempre un oficio de tradición familiar, pero no todo el mundo nace en una familia de luthiers. En España hay escuelas en Bilbao, en Málaga, hay muchas en Italia, en Alemania. Uno se puede formar allí.

-¿Qué aporta su trabajo?

-Mucho. El tiempo, la espera, el hacer cosas que sabes que cuando no estés seguirán ahí, como la música. Disfruto superándome cada día haciendo violines de alto nivel para músicos y sobre todo siendo su medio para expresar lo que quieren decir con la música, porque al final mi instrumento terminará siendo su voz.

-¿Qué ha de tener un buen violín?

-Sobre todo un buen timbre, Hay que asemejar a la voz de una soprano. Eso es lo que maravilla de un violín. ¿Cómo se construye? Es un todo. Del stradivarius, por ejemplo, hablan del barniz, de la madera... pero es un conjunto de todo para sumar una gran obra. Fabricar un violín es como hacer un buen guiso, a fuego lento y con buenos ingredientes.

Autor:Maribel Sancho Timoneda