A pesar de la abundante bibliografía que existe sobre la guerra civil española subsisten algunos clichés que, a pesar de las evidencias históricas, siguen sosteniendo muchos historiadores. Algunos de estos clichés, como el de que Franco alargó intencionadamente la guerra más allá de lo que podría haber durado, es combatido en De Madrid al Ebro. Las grandes batallas de la guerra civil española, editado por Galaxia Gutenberg a finales del pasado año.
Escrito por dos de los investigadores más prestigiosos sobre el tema, el periodista Jorge M. Reverte (La batalla del Ebro, Hijos de la guerra, La batalla de Madrid, La caída de Cataluña, Soldado de poca fortuna o El arte de matar) y su hijo Mario Martínez Zauner, historiador, antropólogo, e investigador junto a Reverte en muchos de sus ensayos y novelas, la obra dibuja la historia militar de la guerra civil, estructurado en trece batallas, que ofrece un resumen bélico del conflicto de forma clara y objetiva.
Causas de una guerra larga
Reverte y Martínez rebaten la teoría de la guerra larga de Franco porque “tenemos bien documentados hasta cinco intentos por parte franquista de tomar Madrid y poner fin a la guerra”, explica Jorge M. Reverte, “tres directos y dos indirectos en Jarama y Guadalajara. Solo a partir del fracaso de los cinco la guerra se alargó en diferentes teatros de operaciones”.
Según el escritor, la auténtica razón de que la contienda se prolongara hasta los casi tres años, entre julio de 1936 y abril de 1939, fue que “Franco se encontró con el Ejército Popular de la República organizado por Negrín y Rojo. Era una organización llena de defectos pero también de un entusiasmo y patriotismo que detuvieron a Franco”.
Dos de las tesis que alimentan la teoría de la guerra larga y de exterminio son las operaciones de reconquista de Teruel por parte de Franco, pese a su escaso valor estratégico, y la maniobra contra Valencia una vez terminada la batalla del Ebro, en lugar de marchar hacia Cataluña. Pero Reverte las justifica del siguiente modo:?“Teruel fue, por un lado, una cuestión de prestigio, y por otro, la forma de alcanzar posiciones mejores para avanzar hacia el este y romper el frente republicano. En cuanto a lo de Valencia, fue un intento de dejar a Madrid aislada de puertos de mar y de la producción de fruta y verdura de Levante”.
La Batalla de las batallas
De las trece grandes batallas que tuvieron lugar durante la guerra, Reverte destaca por encima de cualquier la del Ebro, “porque en ella participaron españoles de todas las regiones y de todas las ideologías. Fue la más larga y la que consumió más hombres y material. Además, ejemplifica muy bien el tipo de estrategia de uno y otro bando;?Rojo intentando llevar a cabo una maniobra sorpresiva y Franco enviando sus tropas a un choque frontal”. Por otro lado, el investigador asegura que la batalla del Ebro supuso la victoria definitiva del ejército de Franco y el desgaste del último ejército republicano, el V Cuerpo, totalmente consumido. El final de la guerra ya era solo cuestión de meses”.
Pero los investigadores también destacan en las páginas de De Madrid al Ebro la batalla de Teruel, no sólo porque su caída significó el comienzo de la campaña del Ebro sino por otros factores:?“Fue una batalla durísima, la primera victoria para la República en una capital de provincia, y recuperarla para Franco supuso un triunfo psicológico muy importante además de alcanzar posiciones muy ventajosas para emprender, tras la batalla de Alfambra, la partición del territorio republicano”.
Sobre el final de esa batalla, la de Teruel, Jorge M. Reverte asegura que el trato que recibió Rey D’Harcourt, el oficial franquista que rindió Teruel y que fue por ello acusado de traidor y cobarde a título póstumo por el régimen fue “totalmente injusto”, porque “la batalla ya estaba perdida cuando rindió la plaza”. “Lo que no sabemos con certeza”, matiza el escritor, “es si ese trato estuvo motivado por salvar la imagen de Varela. De acusaciones de cobardía esta llena la historia de la batalla de Teruel. Allí se acabó la leyenda de que el Campesino, jefe de milicias republicano, era un hombre valiente. Su retirada fue en realidad una huida, como testifica gente como Enrique Líster”.