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Una técnica artesanal de la Fundación Dinópolis permite la reconstrucción de dinosaurios con un gran realismo

La paleontología turolense y el arte van de la mano en la Fundación Conjunto Paleontológico de Teruel-Dinópolis, que además de ser referencia de la investigación científica se está destacando ahora por las espectaculares reconstrucciones de dinosaurios que está haciendo. La última, que puede verse desde hace una semana en la sede central de Dinópolis en Teruel, es el corpóreo de un dinosaurio carnívoro de finales del Jurásico de 12 metros de largo llamado Torvosaurus.

Poco a poco Territorio Dinópolis se está llenando de dinosaurios a tamaño natural que parece que solo haya que tocarlos con una varita mágica para que cobren vida, porque su realismo es espectacular. Los construye la propia Fundación Dinópolis de forma absolutamente artesanal en sus dependencias.

El trabajo de este equipo se conoce ya en otras partes de España y fuera de nuestras fronteras. Reconstrucciones hechas por ellos se han podido ver en otras provincias y en los dos últimos años han protagonizado dos importantes exposiciones en Japón.

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Lo que diferencia estas recreaciones de otras es su grado de detalle y el realismo que tienen, que consiguen representando a los animales en movimiento, con lo que logran darles vida. Además, están muy cuidados los colores y la textura y las tonalidades de la piel, algo nada frencuente en este tipo de reconstrucciones.

Así sucede con la última creación, de momento, que puede verse en Tierra Magna. Este espacio de Dinópolis alberga exclusivamente dinosaurios cuyos huesos han sido encontrados en la provincia de Teruel.

Exposición en Tierra Magna

Torvosaurus se ha sumado ahora a la exposición al aire libre y es el primer dinosaurio carnívoro de gran tamaño que se exhibe. Aparte de los fitófagos (comedores de plantas) que comenzaron a ocupar este espacio hace dos temporadas, hasta este año solo había un terópodo pero de pequeño tamaño.

El nuevo dinosaurio mide 12 metros de largo y vivió a finales del Jurásico, luego coincidió con el Gigante Europeo, Turiasaurus riodevensis, un saurópodo (dinosaurio cuadrúpedo de gran tamaño de cuello y cola largos) que alcanzó los 30 metros de longitud.

Junto a un animal de semejante tamaño tuvo que existir un carnívoro que estuviera a su altura, y nunca mejor dicho. Los paleontólogos no se lo han imaginado, han encontrado evidencias suyas en distintos municipios turolenses en la denominada Formación Villar del Arzobispo, que es el piso geológico donde están apareciendo sus restos y que es en el que vivieron estos gigantes hace unos 150-145 millones de años.

Los huesos de estos terópodos gigantes se resisten a salir a la luz, pero sí lo han hecho sus huellas y sus dientes como puñales y en forma de sierra para poder desgarrar mejor la carne de sus presas. Estos dientes, de hasta diez centímetros de longitud, han aparecido en Formiche Alto, Riodeva y Galve. Además, sus icnitas (huellas) se han encontrado en El Castellar y han sido descritas como un nuevo icnotipo denominado Iberosauripus grandis (el pie gigante de la península Ibérica).

Las investigaciones realizadas por los paleontólogos de la Fundación Dinópolis apuntan a que se trata de dientes y pisadas de terópodos del grupo de los megalosáuridos. A falta de que se encuentren sus huesos no se puede determinar de manera exacta si corresponden a un Torvosaurus, pero en cualquier caso sí que estarían relacionados con algún género parecido a él.

Estos grandes vertebrados desarrollaron el gigantismo a partir de un largo proceso evolutivo. Las presas crecen para evitar a los depredadores, y estos a su vez aumentan de tamaño para poder cazar animales más grandes que ellos. En el Jurásico eso dio lugar a animales como Turiasaurus, así como a depredadores como Torvosaurus.

Hoy se sabe que fue así porque en un hueso de Turiasaurus los científicos de la Fundación Dinópolis encontraron un orificio causado por la mordedura de uno de estos terópodos. Cuando se hizo la publicación científica del hallazgo, se comprobó cómo el diámetro de la perforación dejada se correspondía con el tamaño de uno de los dientes hallados en Riodeva.

A partir de esos hallazgos, el equipo de restauradores de la Fundación Dinópolis ha hecho la reconstrucción corpórea que ahora puede verse  en Tierra Magna. Partieron de una maqueta modelada a pequeño tamaño por Daniel Ayala. Él es quien está al frente de un equipo que por sus conocimientos artísticos son capaces de far forma al cuerpo del animal como si estuviera en vida, a partir de la información que arrojan los huesos fosilizados; en este caso a partir del registro paleontológico encontrado en otros sitios.

El sistema que siguen estos profesionales para dar cuerpo al dinosaurio es plenamente artesanal. Se trata de moldear el cuerpo del animal esculpiéndolo como si se tratara de una escultura. La base de su trabajo es el poliestireno expandido, que no es otra cosa que el corcho blanco que encontramos en el embalaje de cualquier electrodoméstico para evitar que sufra golpes durante su traslado.

Se trata de un material blando y muy fácil de esculpir. El problema es el tamaño de las esculturas que tienen que hacer. Hasta ahora lo máximo a lo que se habían enfrentado era a corpóreos de 8 metros, ya que el Turiasaurus no lo hicieron ellos, sino que se construyó de una sola pieza y la realizó otra persona. En cambio, Torvosaurus tiene 12 metros.

Más grande que las puertas

Los problemas para hacer semejante animal fueron numerosos, el primero de ellos su tamaño. Al ser tan grande y construirlo dentro de la nave de la Fundación Dinópolis no cabía después por la puerta para poder sacarlo. En cualquier caso, como la reconstrucción se fue haciendo por partes, tampoco fue mayor el problema ya que la manera de sacarlo al exterior consistió en hacer lo mismo.

La técnica que emplea la Fundación Dinópolis consiste en modelar las distintas partes de la anatomía del dinosaurio, desde el tronco del cuerpo a las extremidades y la cabeza. Después, todas las partes se ensamblan, pero no de cualquier manera ya que la reconstrucción también lleva un esqueleto interior, una estructura metálica que le da consistencia.

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Esa estructura a modo de esqueleto se va soldando conforme se esculpen los distintos bloques de corcho blanco. Se parte de lo que los paleoartistas llaman una disposición de volúmenes a partir de varios bloques de poliestireno expandido. Es la base para poder empezar a trabajar y modelar el cuerpo del dinosaurio.

Previamente se proyectan y dibujan las partes del cuerpo sobre el corcho para empezar a modelar, y conforme se avanza, se abren por la mitad, se inserta la estructura metálica como si fuera el esqueleto, y vuelven a unirse. Así sucesivamente mientras se van soldando las distintas partes.

Con todo el cuerpo ya montado se termina de modelar y se le da textura para que parezca que el animal está vivo y se mueven los músculos al desplazarse, girar la cabeza o mover la cola.

El corcho es un material muy blando, por lo que la última fase consiste en cubrir toda la estructura con una capa de poliéster especial que es muy resistente. Tiene entre 2 y 4 milímetros de grosor según las partes y es muy resistente a las inclemencias meteorológicas. De hecho se trata del mismo material empleado para aislamientos en la construcción.

Una vez cubierta la escultura con esa capa de resina especial, tiene lugar una de las fases más importantes, el policromado. La reconstrucción se pinta con esmaltes acrílicos  lo suficientemente resistentes como para aguantar la luz solar y la lluvia.

Es una de las fases más delicadas de todo el proceso y en la que más esmero pone el equipo, puesto que el color y la textura confieren el realismo final que precisa el corpóreo. Se trata del toque especial que tienen las reconstrucciones de la Fundación Dinópolis.

Técnica artesanal

La técnica empleada para la construcción de estos corpóreos es muy artesanal y eso permite que no haya dos dinosaurios iguales porque cada uno es diferente, en distintas posiciones y por lo general en movimiento para darles vida.

Esta técnica se empezó a utilizar con el Europelta carbonensis que se exhibe dentro de la exposición permanente del centro satélite de Ariño. Hasta entonces, los restauradores de la Fundación se habían centrado en la elaboración de réplicas de fósiles para las distintas subsedes de Territorio Dinópolis, así como para exposiciones itinerantes.

Hace dos años recibieron un encargo de Japón para una exposición en Tokio en la que se exhibió la parte delantera del esqueleto de Turiasaurus. A raíz de ese trabajo, el equipo de la Fundación dedicado a estas labores prácticamente no ha dejado de trabajar en otras réplicas de corpóreos y en la reconstrucción de esqueletos.

Actualmente en Tierra Magna, dentro de Dinópolis, se exhiben un corpóreo de Turiasurus, además de la reconstrucción completa de la réplica de su esqueleto, dos Dacentrurus, un Iguanodon galvensis con sus crías, un Europelta carbonensis, un terópodo pequeño y un Torvosaurus. Y?la familia va a seguir creciendo.

El esqueleto completo de ‘Turiasaurus’ se muestra en Dinópolis

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La reconstrucción completa del esqueleto de Turiasaurus riodevensis es otra de las novedades de este año de Dinópolis, y puede verse también ya en la zona de Tierra Magna. Se trata de un hito de la paleontología europea porque es el dinosaurio más grande encontrado en este continente. La Fundación Dinópolis ha reconstruido toda su estructura ósea a partir de los restos hallados en Riodeva.

El esqueleto de este saurópodo mide más de 20 metros y está en posición dinámica, como si caminara, en lugar de estática como suelen representarse este tipo de recreaciones en vida. La reconstrucción se hizo hace dos años después de que en un principio se acometiera solo de la mitad delantera para exhibirla en una exposición en Japón, tal como puede verse en el satélite de Dinópolis de Riodeva.

Tras el éxito de aquel trabajo, la Fundación Dinópolis optó por hacer una réplica de todo el esqueleto completo que se pudiera montar y desmontar como un puzle. Gracias a ello se exhibió por primera vez al público en Bilbao, donde fue vista en otoño por decenas de miles de visitantes ya que se montó al aire libre. Supuso un importantísimo reclamo turístico para Dinópolis, y gratis.