Síguenos
Demasiado Demasiado
Imagen de Freepik

Demasiado

banner click 244 banner 244
Escuché a alguien decir que la clase se ve por el lugar donde uno coloca la palabra demasiado. Y me pasé varios días analizando su significado cuando lo escuchaba. Demasiado puede ser un adjetivo, un pronombre o un adverbio, y puede significar mucho, muchísimo, poco o prácticamente nada, dependiendo del complemento que se le coloque justamente detrás o del sujeto que sostenga la frase. Haga la prueba.

Hace demasiado frío en la calle, los empresarios lo saben y se aprovechan demasiado de ello. A muchos jefes les parece que sus trabajadores tienen demasiadas vacaciones, demasiados derechos y demasiada hambre. Sin embargo, nunca les parece que las reuniones sean demasiado largas ni demasiado poco fructíferas. Por no hablar de las horas extras, que dejan demasiadas veces sin pagar, ni de los sueldos, demasiado precarios para asumir demasiadas facturas.

Los políticos hablan a la gente mucho, muchísimo, demasiado, pero tocan demasiados temas a la vez que mejoran entre poco y nada nuestras vidas. ¿Para qué están ahí entonces? Además, el tono que usan suele ser demasiado infantil y sus aspiraciones, la de todos, están demasiado altas. ¿No se han dado cuenta? Es que es demasiado. Fíjense, sobre todo ahora, que este año se vota.

Las vacaciones son siempre demasiado cortas. Como los fines de semana, como los masajes, como las fiestas del pueblo, como las botellas de vino, como las buenas lecturas, como los años de universidad.

Ahora se han puesto demasiado caros los huevos, la leche, la gasolina, la fidelidad, la verdad, ¡caray! ¡Está todo por las nubes! Cuesta demasiado pagar la hipoteca, dejar de mirar el móvil y renunciar a ir en coche a hacer cualquier recado.

Hace demasiado calor para ser abril, hay demasiado pelota por metro cuadrado, los años pasan demasiado rápido y, los lunes, demasiado lentos. Esperamos con demasiada ansia que lleguen los viernes y, no sé usted, pero yo acumulo demasiadas amigas casadas. Además, veo demasiada impostura en las redes sociales y demasiado odio también. ¡Señores, relájense! Viven demasiado pendiente de lo que hacen los demás.  

El futuro, ¡ay, el futuro! El futuro viene demasiado incierto. Somos un pueblo demasiado obediente al que le pinchan mucho, demasiado, pero no sangra. Nos conformamos con demasiado poco: con un café sin azúcar, con una porción de pizza, con que nos llegue para pagar un mísero alquiler. Aguantamos demasiado.

A casi todas las madres les parece demasiado tarde la hora a la que llegamos los sábados por la noche, que vas demasiado a tu bola en casa y que pasas demasiado tiempo con el móvil en la mano. Siempre estás demasiado flaco, aunque la báscula marque que te sobran doce kilos.

Los hijos ven a las madres demasiado pesadas con esto y con aquello, les asquea que le ponga demasiados garbanzos en el plato y que le dé los besos demasiado apretados.

Y los hermanos son demasiado pesados: duermen demasiado cerca de nosotros, desean demasiado lo que tenemos en la mano. Pero es en esa hermandad donde entrenamos demasiado el cariño, el compañerismo, la solidaridad. Aunque también afinamos demasiado los enfados, las traiciones, las ofensas, las peleas por ganar un lugar y conservarlo. Ellos son las primeras personas a las que queremos de verdad, casi siempre también demasiado.

Las abuelas son demasiado a secas: son demasiado buenas en la cocina, demasiado sabias, demasiado perfectas. Nos lo dan todo y, a cambio, nos piden demasiado poco. Qué pena que envejezcan demasiado rápido.

Con los amigos pasamos muchas horas, sale demasiado rentable disfrutar de la vida junto a ellos. ¿Llega alguna vez a ser demasiado? Nos gusta así, en general, vivir sin arriesgar demasiado y casi todos dejamos demasiadas cosas para hacer más tarde. Y, después, el día se vuelve noche y el verano en invierno y el hoy en… ¿mañana? ¿Y si mañana no llega?