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Tus ganas ganaron Tus ganas ganaron

Tus ganas ganaron

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Elena, qué triste es todo esto. Te descubrí en un concierto de Manu Carrasco, donde te dedicó su Mujer de las mil batallas a ti, su Elena Huelva, la muchacha con un cáncer rarísimo, el sarcoma de Ewing. Eras la joven de la sonrisa tatuada en la cara que aplaudía y reía y lloraba mientras el público le coreaba “uuuuun pasiiiito más”, “que sí seeee puedeeeeee”.

Creí que la vida sería justa contigo cuando te busqué en Instagram en esta rara Navidad. El estómago se me desanudó cuando te encontré, tan bonita, posando junto a un árbol de Navidad con un pañuelo de lentejuelas negro.

“Feliz porque estoy con toda mi familia celebrando Nochebuena. ¡Aquí seguimos!”. Aquí seguías pero ya quedaba poco, Elena, porque la muerte no respeta nada, tampoco las fiestas, y simplemente dejó que pasaran las uvas para llamarte este 3 de enero.

Envidio sanamente tu optimismo, que pediste al 2023 que te sorprendiera y la remontada siempre estuvo en tu primera opción. En tu último post dejaste un mensaje, tan duro como bello: “Quiero que sepáis que yo ya gané. Hace mucho”.

Ganaste, Elena. Tus ganas de vivir han ganado. Tu dignidad en la antesala de la muerte ha ganado. Tu manera de mostrar al mundo cómo es pasar la adolescencia con un cáncer mortal ha ganado. En tu particular camino hacia los cielos nunca te hundiste y mantuviste la mirada fija en todo lo bueno que te rodeaba, en todo lo que te alimentaba, en que vivir esta mierda al menos sirviera para algo.

Ayudaste a generar la conciencia social de que solo la investigación salvará vidas y se cuentan por centenares las personas que han aprendido y divulgado tu mensaje: que hay que vivir el presente, que hay que luchar hasta el final. Tu subida al Everest duró cuatro años y fue dura, durísima, pero ahora que ya has llegado a la cima quiero que sepas que tu huella siempre permanecerá intacta en nuestro camino.

En una de tus publicaciones decías que el simple hecho de salir a la calle, de que el sol y el aire te den en la cara, es una de esas cosas pequeñitas que realmente son las que engrandecen la vida. Ojalá no lo olvidemos.

Aprovechaste lo que te tocó vivir de una manera ejemplar. Eras una enferma de cáncer terminal y no usaste para tu beneficio personal el trampolín público que supiste construirte, sino que lo usaste para ayudar a los que de alguna manera se verán afectados por el mismo diagnóstico en el presente... o en el futuro.  Tu constante llamada a la concienciación para recaudar y salvar vidas darán unos frutos que tú ya no podrás saborear, pero siempre permanecerán aquí. Nunca podremos agradecerte lo que has hecho por cada uno de nosotros.

Ahora le toca recoger a tu familia la cosecha del amor que sembraste.

He visto y leído despedidas hermosísimas de gente que te amaba y a la que serviste de profunda inspiración: tu hermana Emi, tus amigas, médicos en general, oncólogos en particular, tus cantantes favoritos, gente anónima de Sevilla, de Murcia, de Teruel... ¿Qué les dabas, qué nos dabas, que nadie quedó indiferente a tu paso?

Veinte años no son nada, Elena. Veinte años y eres una modelo a imitar para todos, viejos y jóvenes, y el espejo en el que debería reconocerse esta perversa sociedad, huérfana de esa infinita humanidad que te rebosaba. Que nadie nos asegura un mañana, que la vida está para vivirla y que nada es para tanto, eso nos enseñaste.

Has triunfado en la vida, has universalizado tu lema: tus ganas ganaron. Gracias por lo que has conseguido. La mayoría permanece aquí mucho más años que tú sin despertar una sola conciencia, sin penetrar un mísero corazón.

Gracias por mostrarme el privilegio que supone estar hoy aquí, viva, sana, brindándote estos párrafos.

Te recordaré siempre en aquel concierto de Manu Carrasco bailando subida a unos hombros amigos, elevando los brazos y juntando tus dos manos, con las que dibujaste un enorme corazón. “Y siiiiigues taaaan boniiiita como ayer”.