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Dos grandes

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F.J.B.

Hoy quiero escribir de sueños. Lo voy a hacer desde el alma más personal y rebuscando en una memoria ya lejana que me trae tiempos de juventud y felicidad. Hoy quiero escribir de esfuerzo, de ensoñaciones, de trabajo, de ilusiones… Quiero escribir de quienes pusieron todo su empeño y paciencia en hacer de su deporte ráfaga de luz para nuestra historia, la de Teruel y los turolenses. Y permítaseme la licencia porque hoy la vaina no va de fútbol sino de baloncesto. Hoy quiero hablar de Agustín García Abril y de Pepe Lanzuela, dos hombres honestos y ejemplares que soñaron para Teruel una porción de eso que llaman gloria pero que yo prefiero asimilar al triunfo y la honra. La de dos amigos unidos, la de quienes desde su amor a Teruel y a su deporte consiguieron lo que nunca antes consiguió nadie: Un mundial para esta tierra y un equipo de aquellos años ochenta que abrió las puertas a otras ilusiones. Sí, porque aquel mítico Teruel Sports de jugadores turolenses consiguió alcanzar la segunda división nacional por primera vez para un equipo de esta tierra, y con ello hizo evidente que con trabajo e inteligencia sí se puede. Aquella preciosa historia abrió otras ambiciones que hoy se traducen en diferentes deportes.

Pero es de Agustín y de Pepe de quien quiero escribir. Del perfecto caballero que fue aquel presidente y del hombre inteligente que le puso nombre al baloncesto en Teruel. Sí, de ambos, de quien supo proyectar su imagen de hombre serio y respetable y asimilarla al club de sus amores, y de quien desde la cancha consiguió hacernos mejores… más fuertes. Fue el perfecto tándem. Fue la conjunción ideal para que en 1984 Teruel existiera para otras latitudes y para otras gentes. ¡Ay!, aquel partido de Guecho, y el de Durango con las tripas de Barrionuevo colgaremos hasta el último de sus maderos, y el negrito del Coven Juven… Y Manolo Argente. Nunca conocí personalmente jugador con tanto talento y persona más entrañable. 

Es verdad que este artículo llega tarde para Don Agustín pero no así para mi amigo Pepe. Debí escribirlo antes porque hay historias tan bellas que nunca debieran olvidarse. Los sueños cambian el destino de los hombres. Aquella utopía del baloncesto turolense nos hizo a todos un poquito más grandes. Gloria pues a quienes soñaron por nosotros. Y el Cielo para Don Agustín y la tierra por muchos años para mi querido Pepe.