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Ay, los gestos Ay, los gestos
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Juanjo Francisco

Son tiempos convulsos los que estamos viviendo y todo son cifras, datos, porcentajes, números que nos dibujan una realidad bastante deprimente. Primero, que ya empezamos a contar otra vez los contagios del dichoso virus, después, de nuevo la escabechina de las residencias de ancianos; luego vienen los PCR, las camas de hospitales ocupadas y la cantidad de brotes y rebrotes. Todo esto nos abruma.
Para acabar de dibujar el panorama, ahora estamos conociendo el daño económico que ha producido el confinamiento y el miedo posterior que se vive en la calle, con las consiguientes escasas ganas de consumir. Y del turismo ni hablamos.
Con todo esto, el personal busca referencias, algo a a lo que asirse para aguantar el temporal, pero, más allá de que las vacunas se aproximan, poco más se puede considerar como un punto de luz para salir de este túnel.
Nuestros líderes políticos, aquellos que en teoría deberían canalizar la ansiedad social y laboral, están en otras cosas, están en la gestión de los gestos, a cual más llamativo y por lo tanto con más repercusión en medios y redes. Son muchos y son todos los que hacen y vuelven a repetir gestos, pero esta semana que acaba quiero referirme al estruendoso aplauso que recibió Sánchez en el Congreso por parte de toda la bancada parlamentaria socialista. Si había una instrucción de la presidencia del Congresos para que se mantuvieran las distancias en la Cámara y que no acudieran todos los parlamentarios, nadie la tuvo en cuenta. Allí se presentaron todos los diputados socialistas para aplaudir al líder. Un gesto este que pone de manifiesto la marejada de soberbia en la que navega la clase política en estos tiempos. No hay tregua con el contrario, ni en el fondo ni en las formas, y prima más el rejonazo al enemigo que la búsqueda de soluciones consensuadas, por mucho que se reclamen apoyos a diestro y siniestro. Este PSOE es heredero, mal que le pese, de un partido que tuvo que hacer verdaderas cabriolas para ganar muchas elecciones consecutivas y lo hizo derrochando aguante y callándose la chulería que derrochaban sus contrincantes. Ahora luce altivez gestual y eso a la larga se paga.