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Juanjo Francisco
La ciudad de Teruel ya transpira la próxima vaquilla como acontecimiento que abre de facto la puerta al calendario veraniego en cuyo transcurrir los pueblos de la provincia recobran esa energía que tuvieron antaño y que solo proporciona la gente, la presencia de seres humanos.Con unos destinos turísticos completamente saturados a decir de muchos usuarios que vierten sus testimonios en las redes sociales, con unos ferrocarriles que ya no ofrecen garantías de servicio, puntual o no, y con unos aeropuertos que ponen a prueba el sistema nervioso de cada cual, la alternativa del pueblo siempre se presenta como recurso factible. Independientemente de su localización, los pueblos siguen ofertando unas rutinas que, pese al paso del tiempo y a las transformaciones sociales, acaban proporcionando una sensación de bienestar que es perfectamente compatible con lo que muchos buscan en vacaciones: descanso y monotonía placentera.

Los que no buscan eso tienen un amplio abanico donde elegir, habida cuenta de todo lo que he comentado antes. Si algo tiene esta provincia son pueblos, pueblicos y pequeñas aldeas por si alguno quiere llevar su retiro veraniego a máximos de tranquilidad. Eso sí, el pueblo que se precie de ser un buen lugar para pasar un tiempo de verano, no solo tiene que tener piscina -eso del río y las pozas es ya casi una rara avis-, sino que debe ofrecer un bar en el que se puedan matar las horas departiendo con viejos conocidos, compañeros de infancia o nuevas amistades que llegan al lugar de la mano de algún convecino. El bar de pueblo es eso, básicamente. El vermú y el café o las tapas aún facilitan más el bienestar.

Los alcaldes de muchos municipios están alerta ante la preocupante ausencia de gestores de estos locales. No es fácil atender un bar de pueblo, difícilmente rentable en temporada baja, pero un municipio sin bar es un lugar condenado al silencio, a la soledad de cada uno, a la falta de sociabilidad, una característica inherente a los núcleos rurales. Deben extremarse las preocupaciones para evitar el cierre del bar del pueblo, un espacio que apenas sin darte cuenta, aprecias ya como una reserva de identidad, un sitio donde compartir planes y recuerdos.