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El muro y el cordero El muro y el cordero

El muro y el cordero

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Juanjo Francisco

Estamos bien metidos en la mugre del coronavirus y justo ahora me acuerdo mucho de todo aquello que me contaron mis mayores sobre los tiempos duros, trágicos, que tuvieron que vivir hasta que llegaron los días en que pudimos conocernos y yo tuve la suficiente capacidad de entendimiento para charlar con ellos.
No puedo evitar, en estos días tristes, de angustia vital y, por culpa de mi profesión, de cotidianidad reiterativa junto a la pandemia y sus derivadas informativas, rememorar aquellas conversaciones y lanzar al infinito mi reconocimiento y admiración por aquella capacidad de sufrimiento y superación que demostraron. Gracias a su fuerza estoy aquí, ahora, intentando convivir con la incertidumbre y sacar algún momento de optimismo para creer que todo pasará.
Parece que todo esto no ha hecho más que comenzar y que, día a día, los españolitos vamos a tener que destilar coraje, sentido común y solidaridad humanitaria con el prójimo para respetar las reglas y contribuir a encontar el punto de luz en el túnel. Llevamos poco, sí, pero tenemos argumentos para creer que se logrará vencer esto al igual que las generaciones de mis mayores ganaron sus desafíos, pero también hay contrapesos en la balanza de la esperanza para constatar que va a costar. Ya no es cuestión del nivel, la altura de miras o el carácter de gobernantes que puedan tener o no nuestros líderes políticos, es momento de que la ciudadanía apriete los dientes y siga adelante, confinada, a la espera de que un día pueda liberar su rabia, su alegría o su descontento por todo lo vivido. Ahora no toca ir por esa vía, hay que aguantar y punto. Y mientras estamos en ello, y a diferencia de aquellos que vivieron días similares o peores que estos, disfrutemos de todos esos memes que circulan por las redes. Es una fuente de evasión que hay que aprovechar, desechando, eso sí, aquellos que, por repetitivos y poco originales, llegan a cansar al curioso. Destaco aquí uno de esos memes que, ante tanto consejo difundido sobre cómo actuar estos días, se apunta a la corriente y explica en siete pasos muy gráficos como pasar un cordero de un lado a otro de un muro de un metro. Viva la descompresión anímica.