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Ensoñación colectiva Ensoñación colectiva

Ensoñación colectiva

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Juanjo Francisco

Lo mejor del fin de semana está en los preparativos más que en el desarrollo de estos. Siempre he tenido esa sensación y  todavía me acompaña. Es agradable planificar qué se puede hacer durante esos dos días de asueto que, si son en verano, todavía aparecen más sugerentes. El fin de semana nos permite sentirnos un poquito más libres, incluso por momento nos remiten a aquellos años en los que no había responsabilidades ni preocupaciones, la inmensidad del día se abría ante nosotros para hacer cualquier cosa apetecible. La realidad, sin embargo ya es otra. Ahora sería de incrédulos pensar que uno tiene su tiempo para lamerse heridas, celebrar buenas noticias o, simplemente hacer el ganso con los amigos. Ahora hay tareas pendientes, compromisos que cumplir y tiempo que malgastar a veces con gente a la que no acabas de aguantar. Y de aguante tuvo mucho el fin de semana que se vivió en Teruel, una ciudad que estuvo sumida en una ensoñación colectiva por la Vaquilla que no llegó.
El traje vaquillero fue sustituido por la mascarilla y las ganas de desfase se transformaron en un chuletón o una buena paella en compañía de la familia o de un reducido grupo de amigos. Al mínimo atisbo de euforia desatada, propiciada por un vermú de más o tres cañitas que entraron bien, los dueños de los bares y restaurantes dieron el toque. Todos quietos y formalicos, que otro año será.
Y el personal se comportó y el que no lo tenía claro pues se marchó a la playa. El resultado de este raro fin de semana fue una monotonía aplastante y tal vez, cierta pesadez estomacal tras ingerir unas judías con morro recién levantados y sin correr previamente los toros, todo sea por mantener la tradición pese a quien pese. Estos recientes sábado y domingo han recordado a muchos turolenses de cierta edad los veranos de hace veinte años, cuando la presencia de turistas era escasa, el calor apretaba y en las terrazas se pasaba algún rato. Pero Teruel ya no es así, ahora son tiempos raros y hay que aguantarse porque  cuando pase todo, la ciudad se ofrecerá como lo que es ahora en un finde de verano: animada, concurrida y llena de vida.