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Hace un año Hace un año
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Juanjo Francisco

Creo que ya va para un año que escribí algunas andanzas de Roque, que fue herrero de caballerías y herrajes varios de los que se utilizaban en el mundo rural turolense durante las décadas de los 40,50, 60 y parte de los 70. En Roque y las hojas muertas conté cómo afrontaba el presente de su vida un hombre que recorrió sus años jóvenes y maduros con impetú y ganas por salir adelante a fuerza de sudor y esfuerzo pero, eso sí, con humor y un gran despliegue de ironía.
Roque tiene un año más y mantiene sus paseos, bien de mañana o por la tarde, retirando con su bastón si le place la gran cantidad de hojas muertas que se agolpan en su calle, amplia y abierta a los vientos. Las retira, sí, siempre y cuando no le interrumpan el paso porque le gusta que las cosas sigan como están. Roque, ya metidos en conversación, sabe que es de los últimos de su generación que aún quedan en su pueblo de toda la vida y presume de ello. Hay uno más mayor, sí, pero ya no callejea y razona como él, qué va, pero ahí está, de testigo de otras épocas más bulliciosas que tuvo el lugar.
La herrería de Roque abrió la calle que se fue poblando de casas con parejas jóvenes que pronto tuvieron varios hijos. Aquellos chavales fueron desfilando delante de su negocio cuando caminaban hacia la escuela, acompañados por sus padres en inviernos de fuertes nevadas y solos o en grupo cuando el tiempo no era tan agresivo. La vida de aquellos críos desfiló por sus narices hasta que la gran mayoría de ellos se marchó. Desde entonces, Roque ha asistido a los funerales de aquellos que fueron sus primeros vecinos y en homenaje a todos ellos, matrimonios que estrenaban sus casas y donde nacieron sus hijos, carne de diáspora, gusta de recordarlos a quien muestra interés por el asunto. 
Sin ser consciente de ello, tal vez, aunque no estoy muy seguro de ello, el antiguo herrero ejerce de memoria viva de su pueblo. Sin lamentos ni nostalgias, Roque sabe que la vida es cambiante y que ahora no se parece en nada a la que le pilló en sus años de fulgor pero, qué caramba, también tiene su interés. Por eso pasea, para ahuyentar la melancolía y aferrarse al presente, como hace un año.