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Juanjo Francisco

Transcurren las campañas electorales, una tras otra, y a uno le va quedando la sensación de que son una temporadita en la que la vida se ve de otra manera. Se convive con proyectos curiosos y esperanzadores, la vida tiene una pinta estupenda, todo parece posible hasta que, pasado un tiempo, las cosas vuelven a su sitio y la normalidad se impone. En este ambiente tan propicio a lo positivo se ha producido, hace tan solo una semana, un hecho relevante que ha caído de pie en este microclima de felicidad: el ascenso de categoría del CD Teruel. Fue emocionante el hecho en sí y es revelador el apoyo que, desde distintas administraciones públicas, en algún caso más explícitamente que en otros, se ofreció al club representativo de la ciudad. Hará falta esa ayuda porque el reto es impresionante. Para todos los profanos en esto del fútbol (los otros ya lo saben), la categoría en la que va a jugar el CD Teruel la próxima temporada le va a permitir codearse con grandes equipos, históricos muchos y con amplia trayectoria en Primera División y Segunda División, palabras mayores, vamos.

El equipo turolense, casi sin proponérselo, se ha subido a la ola de proyectos ilusionantes que mece la provincia y que irá perdiendo fuerza a medida que nos aproximemos al 28 de mayo, pero de momento, ahí está, haciendo soñar a mucha gente.

Si esos apoyos se concretan y el CD Teruel crece en masa social y mejora su estructura de club hasta es posible que se asiente en la categoría en la que va a debutar. Si es así, estaríamos ante una oportunidad inmejorable de hacer del equipo un emblema provincial, al estilo de lo que ya está pasando desde hace años en Zaragoza y Huesca. Allí, que son tan defensores de lo local como pueden ser los turolenses en su territorio, hace años que que esgrimen como propios los escudos de los equipos de la capital de provincia. Este es otro buen argumento para fundamentar la ayuda prometida en plena cresta de la ola de buenas noticias.