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Pisar cristales Pisar cristales

Pisar cristales

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Juanjo Francisco

S i digo que en las empresas públicas las aguas siempre bajan procelosas no descubro nada nuevo; si recuerdo que a veces hay decisiones inverosímiles tampoco aporto una visión del problema completamente innovadora; si especifico que si la empresa pública es un medio de comunicación, ahí sí que tengo que detallar que uno muchas veces tiene la sensación de desarrollar su profesión pisando cristales.

Pisar cristales requiere concentración extrema y, aún así, siempre habrá una pequeña esquirla, un retazo de material hiriente, que te dañará. No hay otra. Con razón o sin ella resultas herido.

Lo que ha ocurrido recientemente en la empresa pública que sustenta este periódico -donde el director fue cesado y despedido- y lo que acaba de suceder en la CARTV, cuya directora general se ha visto obligada a renunciar al puesto por cuestiones de legislación laboral que requiere la autorización, en este caso denegada, de la administración estatal,  nos lleva a los profesionales a pensar que vivimos una realidad distópica. Distopía es escuchar razones, argumentos a favor de un caso y provenientes de una parte, que según el supuesto son válidas. Esa misma parte criticará, no obstante, parecidas razones para oponerse a la decisión casi similar que toma el contrario, voilá.

Y así, en este clima de contradicciones, de quejas casi constantes, de pulsos encubiertos y alabanzas engañosas suelen vivir los profesionales de medios públicos. Para ellos no suele haber un respeto previo -y sí sospechas sobre su trabajo- como del que sí gozan los informadores de medios privados, amparados en una línea editorial que unos comparten y otros no, pero que todos suelen entender como parte integrante de las reglas de juego comunicativo.

Las decisiones arbitrarias que se dan en las empresas ni pertenecen a lo público ni a lo privado porque no tienen patria, pero curiosamente se suelen dar más en la esfera de lo público, donde todo es efímero, nadie se juega patrimonio y tampoco hay daños colaterales a contemplar.