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Bajo el cielo Bajo el cielo

Bajo el cielo

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Elena Gómez

Ya está, se acabó. Sin apenas darnos cuenta, el verano se va alejando y los regresos vuelven a nuestras vidas. Comienza el curso, y los niños y adolescentes vuelven a las aulas con casi las mismas incertidumbres que hace un año. A los aforos, ratios, distancias y mascarillas se une un nuevo epígrafe: ¿quién está vacunado? Pronto olvidaremos que nos hemos relajado bastante con ellos durante el periodo estival, durante el cual todas estas variables no han importado demasiado.

Con el inicio de las clases, volverán a sus puestos, como las oscuras golondrinas, casi todos los que estaban teletrabajando. De nuevo habrá reuniones presenciales, cafés acelerados, horas de atascos y madrugones inhumanos. Como dice el refrán, cada mochuelo a su olivo, que aquí no ha pasado nada.

Mientras tanto, las empresas que sobrevivieron a base del sufrimiento propio y de sus empleados, se enfrentarán a una crisis más dura si cabe, la de los precios infames de la luz y el gas. Al igual que esos grandes olvidados llamados enfermos crónicos, que precisan de la electricidad para su supervivencia. Todos soportaremos cambios a causa de este sinsentido, algunos sutiles y otros profundos, que no parecerán tan importantes con el telón de fondo de la pandemia, pero que es una vuelta de tuerca en estos tiempos oscuros.

Como en las mejores distopías literarias del siglo XX, nos encaminamos a un mundo en el que la normalidad será un sainete interpretado por una clase política que da mucho espectáculo pero poco respiro a los que luchamos día a día por salir adelante. Y, ensalzados por hordas de opinadores virtuales, caminarán hacia un horizonte de ciencia ficción y fantasía donde los problemas reales de los ciudadanos se diluirán como lágrimas en la lluvia.

Talibanes en el poder, homosexuales señalados, otra vez el terrorismo, el clima apocalíptico, muertos y negacionistas, cifras indescifrables, colas del hambre, violencia machista y delincuencia común salpicada por algún crimen horrible… todo ello conformará una melodía anestésica que nos ayudará a sobrellevar la rutina y a soñar con el verano próximo como remedio a todos los males.

Porque no hay nada nuevo bajo el cielo, aunque parezca lo contrario.