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Disculpen las molestias Disculpen las molestias

Disculpen las molestias

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Elena Gómez

Hoy podría hablar de muchas cosas, hay días en los que apenas se me ocurren temas para tratar en estas líneas y otras en las que lo mismo puedes presumir de arte mudéjar y cohetes, filosofar una vez más sobre medidas sanitarias, unirte a proclamas feministas o hablar de la importancia del catalán. Las últimas semanas del año siempre son intensas en noticias y una no sabe dónde acudir.

Pero al final he decidido aprovechar este espacio para pedir disculpas. Hoy, Día Internacional de la Discapacidad, quiero pedir perdón a los ciclistas con los que me cruzo cuando voy por el carril bici porque el pavimento anexo es impracticable para una silla de ruedas. También me disculpo ante los coches que tienen que esperar un poco más en un paso de peatones cuando estoy pasando por rampas imposibles y baches escandalosos. Y no puedo olvidarme de los peatones que se tienen que bajar a la calzada cuando transito por una acera demasiado estrecha, las personas que esperan pacientemente a que suba al autobús y, por supuesto, aquellos que alguna vez me acompañan por la calle y les hago dar mil vueltas para encontrar la ruta más accesible.

Pido también indulgencia a los comerciantes que tienen que salir con este frío a la calle para atenderme porque no puedo entrar en sus tiendas. Y a los camareros, cuando muevo todo el mobiliario de su establecimiento para poder pasar a una mesa en la que no estorbe el paso a otros clientes. Y, por supuesto, necesito excusarme ante los funcionarios y banqueros que hay detrás de altos mostradores y que no me escuchan bien ni pueden atenderme desde su sitio porque no llego.

En un día como hoy, en el que las entidades que representan a mi colectivo salen a la calle para pedir más visibilidad, accesibilidad y oportunidades, necesito expiar culpas. Las mías no, que no tengo ninguna. Pero ya que los responsables de que la vida de las personas como yo sea un poquito más fácil, no suelen ponerse delante del micrófono para dar explicaciones o asumir responsabilidades, hoy lo hago yo. Porque no es fácil vivir con una discapacidad, pero tampoco es fácil para la sociedad convivir con personas que no pueden hacer de su día a día una rutina idéntica a la de los demás.