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Injusticias

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Elena Gómez

El mundo está cambiando de forma acelerada, y no es justo. 

No es justo que las ayudas del Gobierno no lleguen a todo el mundo. Algunos sectores intentan sobrevivir por sus propios medios y a duras penas, mientras otros reciben el apoyo de aquellos que deciden dónde poner el punto de mira.

No es justo que las personas enfermas y dependientes tengan que supeditar sus revisiones médicas a una llamada telefónica acelerada e impersonal, recibiendo altas inesperadas y muchas veces arbitrarias. La sanidad pública sigue haciendo aguas y no solo lo están pagando los afectados por la pandemia.

No es justo que este verano no vayamos a poder disfrutar de nuestras fiestas o que tengamos que pedir cita para ir a la piscina o a la playa. Un sacrificio que parece excesivo cuando sales a pasear por la ciudad cualquier atardecer, y ves que las medidas de seguridad y de distanciamiento son una pantomima.

No es justo que unos y otros sigan a la greña, subiendo cada día más el tono, por errores cometidos en ambos bandos. Y mientras tanto, las colas del hambre siguen aumentando porque a nadie se le ha ocurrido reforzar los servicios públicos que gestionan los subsidios y salarios de supervivencia.

No es justo que nuestra mayor amenaza sea un rebrote, como si fuéramos perejil, debido a la imprudencia de algunos o a la laxitud de otros. Dando un paso hacia adelante y dos hacia detrás, conseguiremos que la goma se rompa y entonces sí llegará el verdadero apocalipsis.

No es justo haber tenido que bajar el ritmo frenético que llevábamos en vena, ni que el virus atacara a los más débiles, ni que la recesión económica nos pase por encima como una apisonadora.

No es justo el cambio climático, ni las migraciones descontroladas, ni la censura interesada, ni los campos de refugiados, ni el racismo, ni la tasa Covid, ni los bombardeos indiscriminados, ni las hambrunas, ni los liderazgos de feria.

Todo parece ir a peor, nos queda ya muy poco espacio para el optimismo. No… vivir en este tiempo que nos ha tocado no es justo. Pero es lo que hay, y cada uno de nosotros tenemos la responsabilidad de aceptar y decidir cuál será nuestro granito de arena, para que los que nos sucedan vivan sus propias injusticias.