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Juego de espías Juego de espías

Juego de espías

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Elena Gómez

Me gustan las historias de espías, soy consumidora de las novelas de John le Carré, de las películas de Hitchcock o de series como Homeland. También me gusta la historia del espionaje e incluso he escrito algún artículo al respecto. Por eso esta semana estoy encantada, he hecho palomitas y me he apoltronado en el sofá para disfrutar del circo mediático del momento.

El ser humano es cotilla por naturaleza, necesita saber en qué anda metida esa persona que es influyente en su vida de un modo u otro. Padres que intentan averiguar en qué andan sus hijos, parejas que se roban el móvil por sospechas de infidelidad, vecinas asomadas a la ventana para estar al día, tenderos que venden información a buen precio… el espionaje es cosa de todos y quien está tratando el tema de Pegasus como algo novedoso e intolerable, o peca de demasiada inocencia o trata de sacar rédito a algo que es demasiado habitual.

Me resulta especialmente irrisorio cuando escucho voces que piden la dimisión de aquellos "que se han dejado espiar". Si tuvieran que dimitir todos los líderes mundiales que han sido víctimas de esta intrusión, el mundo quedaría algo cojo de liderazgo. Es bien sabido que los programas informáticos de piratería y espionaje va un paso por delante que los conocimientos de las instituciones responsables, por lo que pensar que casi todas las agencias de seguridad han fallado en su trabajo es una idiotez.

Recordemos que en 2013 saltó la noticia de que 35 líderes mundiales habían sido espiados por Estados Unidos. Hubo escándalo pero también olvido en pocos días, como pasará ahora. Y si echamos la vista más atrás, nos daremos cuenta que las cosas no han cambiado tanto. Antes se enviaba a señores con gabardina y sombrero a los distintos lugares de interés, y ahora se instalan aplicaciones en el móvil y se utilizan drones difíciles de detectar. Y mientras tanto, sigue creciendo en mi interior la sensación de que caen sobre nosotros, una tras otra, distintas cortinas de humo que nos tienen entretenidos durante unos días, hasta que salta otro escándalo que en el fondo no lo será. Quizá no debería preocuparnos tanto quién espía a quién, sino a quién le interesa manipularnos de esta forma.