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Elena Gómez

Hace un año escribí una de las columnas más tristes de mi vida. En pleno confinamiento, añoraba la celebración del Día del Libro, comparando nuestros sentimientos con una rosa congelada que no iba a ser objeto de regalo en un día tan señalado para alguien como yo.
Durante estos doce meses hemos visto cómo el dragón, a pesar de parecer debilitado, sigue aquí y tardará en marchase, cambiando de forma para despistarnos. No podemos descuidarnos, pero la vida aprieta y tenemos que seguir adelante con nuestras rutinas y trabajos. Porque si no, vendrán otros dragones, quizá más fieros, y no estamos preparados para enfrentarnos a una legión.
Por eso, la rosa ya no está congelada, solo un poco marchita. Nuestros libreros, otros héroes sin capa, están hoy ofreciendo lo mejor de sus negocios en la plaza del Torico. Lo han pasado mal, lo están pasando mal, por eso les pido que no los descuidemos. Ellos también venden alimentos, los del alma, los más necesarios en los tiempos que corren.
En este Día del Libro todavía no habrá autores, debemos quedarnos en la retaguardia. La seguridad de nuestros lectores es lo que más nos importa. Quién sabe, quizá esta jornada sea de nuevo la antesala de una Feria del Libro primaveral, llena de colores y de ilusiones. Ojalá en mayo podamos estar en primera línea de fuego, utilizando nuestra mejor arma: la pluma. Queremos reencontrarnos con ustedes para ofrecerles nuestra literatura, nuestros sueños, nuestros sentimientos.
Mientras tanto, no dejen de buscarnos en las librerías. Existen sectores muy damnificados por esta economía de guerra. En realidad, todos los que tienen un pequeño negocio están sufriendo. La imposición de las grandes plataformas online han convertido estos entrañables templos de cultura, que en el peor momento no fueron considerados esenciales, en víctimas colaterales de una batalla que, en principio, no debería haberles afectado.
No olvidemos que, en los momentos más bajos, los libros nos hicieron compañía y sanaron las heridas de nuestros corazones. Así que hoy salgan a la calle, compren un libro y una rosa, y regálenselo a la persona que más quieren. Recuerden que debajo de la mascarilla, se abrirá una gran sonrisa.