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Primera fila Primera fila

Primera fila

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Elena Gómez

Hace unos días, alguien preguntó en Twitter por nuestro primer concierto. Con una pregunta tan simple, grandes recuerdos se agolparon en mi mente. En estos momentos tan raros, es fácil dejarse embriagar por la memoria de tiempos mejores y darte cuenta que, aunque no lo pareciera, tu vida molaba mucho.

Desde muy pequeña me ha gustado la farándula, y siempre que he podido he disfrutado de conciertos, teatros y cualquier tipo de espectáculo. Mi primer concierto "adulto" fue Duncan Dhu en la plaza de toros de Teruel. Un jovencísimo concejal de festejos, que años más tarde sería nuestro alcalde, me escuchó días antes protestar por la falta de espacios seguros para una silla de ruedas y puso a mi disposición a dos voluntarios para que me ayudaran a subir a los palcos. No era la solución más idónea, pero probablemente fue la primera toma de contacto con este tema en los ya lejanos años 80 turolenses.

Después de aquella experiencia hubo decenas de ellas, con más o menos barreras arquitectónicas, pero sobre todo con mucho morro. El primer autógrafo del grupo Tennessee; la accidentada embriaguez con Presuntos Implicados donde, no sé muy bien cómo, terminé abrazada a Sole Jiménez en la puerta del camerino, diciéndole que la quería mucho;  aquella vez que, flipa en colores, Javier Andreu, de La Frontera, se coló en mi zona reservada para echar una cerveza conmigo hasta que empezara el concierto; o los gritos desaforados al ritmo de "Carlos, quiero un hijo tuyo" en Los Rebeldes.

Siempre acompañada por mis amigos, mis grandes aliados en todas las aventuras que he querido emprender, por mucho riesgo que ello conllevara. Con ellos he compartido risas, abrazos, canciones y emociones. Me han hecho sentir protegida, han sido expertos en pasillos y barreras humanas, en rescates de ruedas pinchadas y, sobre todo, en conseguir esos momentos de libertad absoluta.

Incluso ahora, sumergidos de pleno en los 40, seguimos haciendo incursiones "Rockeras" de una forma un poco más tranquila, aunque no menos emotiva. Tenemos las mismas ganas de vibrar al ritmo de la música y de nuestra amistad. Por eso, en cuanto vuelva la normalidad, la de verdad, quedaremos de nuevo, a ser posible en primera fila.