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Sinceridad

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Elena Gómez
A estas alturas de la vida, he aprendido que la sinceridad está sobrevalorada. Solemos presumir de ir siempre en busca de la verdad, cuando esta, en realidad, es un prisma con múltiples aristas y todo depende del punto de vista de cada uno. Por eso, la franqueza está bien para según qué cosas, pero como todo en la vida, en su justa medida.

Por ejemplo, en las relaciones personales lo idóneo es ser sinceros solo con aquellos con los que tenemos mucha familiaridad y sabemos que no se van a molestar. Incluso en estos casos, también depende del asunto a tratar. Muchas veces, nos ofendemos si escuchamos, en boca de otro, una evidencia que nos concierne. En esos momentos, a la sinceridad la llamamos mala educación o exceso de confianza. Por eso, cuando alguien presume de decir siempre la verdad sin ambages, nos sentimos incómodos ante su presencia y actuamos con cautela.

Tampoco somos fáciles a la hora de aceptar críticas, sobre todo cuando pensamos que hemos actuado de forma correcta, bajo un estudiado código ético o un gran esfuerzo por nuestra parte. Mi consejo es que si necesitamos hacer una crítica constructiva en cualquier ámbito, lo pensemos dos veces y preguntemos al sujeto antes de abrir la boca. Yo misma suelo encajar con deportividad cualquier comentario ajeno y, aun así, a veces duele.

En otro orden de cosas, la vis pública tampoco admite demasiada claridad. Todos deseamos que nuestros representantes sean honestos y nos cuenten todo con absoluta transparencia. Pero debemos tener en cuenta que su deber es mantener el orden contentando a un amplio sector de la población, con lo que es imposible pretender que se abran en canal cada vez que dan explicaciones. Esta es la razón por la que creo que para ser un buen político, primero hay que saber ser un gran mentiroso. Y no lo digo desde el punto de vista delictivo o inmoral, sino en el día a día, en el que nos tienen que dar una de cal y otra de arena para mantener la paz social.

En definitiva, sinceridad sí, pero con cautela. No nos vayamos a empachar.