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Terror y muerte Terror y muerte

Terror y muerte

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Elena Gómez
Supongo que ya lo he contado en otras ocasiones, pero no puedo evitar hacerlo de nuevo. Estamos en mi época favorita del año. No se trata solo de que por fin dejemos atrás el calor insoportable, que los paisajes nos regalen Infinitud de colores maravillosos o que lleguen a nuestras mesas deliciosos alimentos de temporada. También se acercan mis celebraciones favoritas: Halloween y Navidad.

En las fechas en las que la oscuridad se va apoderando de la luz, nos enfrentamos a la única verdad absoluta de nuestra existencia. La naturaleza, y en consecuencia la vida, es un ciclo continuo en el que el nacimiento y la muerte son necesarios en el plan infinito del universo. Muchos son los que rechazan las celebraciones infantiles y el abrazo al mundo del terror, pero no se dan cuenta de esta tradición está muy arraigada en nuestro subconsciente a pesar de su comercialización extrema, cosa que viene dada en otros escenarios similares en el siglo XXI.

Debemos tener presente que tradicionalmente, con la llegada del frío, se contaban historias de miedo alrededor de los fuegos que había en los hogares. Y esto se hacía con dos propósitos: pasar el rato durante las horas de penumbra y enseñar a los más pequeños que en las sombras también existen realidades a las que en ocasiones nos debemos enfrentar. Por eso, hoy en día los niños, entre juegos y disfraces, aprenden a relacionarse con la muerte y el peligro, sin apenas darse cuenta.

En mi entorno siempre se ha hablado de estos temas sin tapujos, lo que no quiere decir que no hayamos afrontado el duelo como es debido cuando la muerte ha rondado cerca. Y en mi caso, paso una gran parte de mi tiempo de ocio consumiendo terror, ya que es mi género literario y cinematográfico preferido. Por eso me vuelco tanto en celebrar Halloween como más me gusta, dando golosinas a los niños de mi barrio, recuperando alguna novela gótica y visualizando unas cuantas películas terroríficas. Y, sobre todo, dejando que cada cual se divierta como le dé la gana, que la bilis debe gastarse en otros ámbitos.