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Tiempo de tormentas Tiempo de tormentas

Tiempo de tormentas

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Elena Gómez

Es tiempo de tormentas. El verano es la mejor estación del año pero lo que nos cae del cielo durante esta época es virulento y peligroso. Si además, como pasa en mi familia, tienes un trocito de tierra cultivada, el riesgo se convierte en un buen motivo para no dormir demasiado bien cuando se escuchan truenos a lo lejos.

De niña me daban miedo las tronadas. Los truenos y las nubes negras me parecían gigantes que anunciaban su llegada con grandes zancadas, y los rayos eran sus lanzas afiladas y electrificadas. Ahora me siguen causando respeto, las considero peligrosas para la salud y procuro estar siempre a cubierto cuando llega una.

También es tiempo de tormentas en el ámbito social. Vivimos un momento extraño, absurdo y enrevesado. Y nadie está contento. El miedo, la ansiedad, la incertidumbre… son un buen caldo de cultivo para el ruido y la violencia.

El ser humano, en situaciones de crisis, precisa encontrar respuestas. Y si no lo hace, necesita echarle la culpa a alguien. Hoy en día, con la sobre-información que genera des-información, no terminamos de tener muy claro quién es el responsable de este caos, escogiendo cada uno a quien nos parece según nuestras ideas preconcebidas o circunstancias personales. Este malestar generalizado está provocando protestas enfurecidas, desobediencia masiva y discusiones acaloradas que pueden complicar más las cosas, si cabe.

Da igual el tema sobre el que pongamos el foco, el sistema se desestabiliza. La crisis económica, el confinamiento, las medidas de seguridad sanitaria, el racismo, el feminismo, la educación y un largo etcétera son acicates para entrar en una espiral de odio ciego y fanatismo.

Por eso, recomiendo que se protejan. Cuando escuchen truenos y sientan el viento de la tormenta en su rostro, métanse en casa y cierren todo. Pero no dejen de mirar por la ventana, el espectáculo puede ser hermoso y aterrador al mismo tiempo. No obstante, si comienza a granizar, bajen las persianas para no sufrir ningún daño.

Cuando escampe, seguramente habrá desperfectos en el tejado, pero ustedes estarán a salvo y será el momento de arreglar con paciencia lo estropeado. Porque, ya saben, después de la tormenta siempre llega  la calma.