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Turismo sin alma Turismo sin alma

Turismo sin alma

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Elena Gómez

Llega el buen tiempo y es hora de planificar las vacaciones. A mí siempre me ha gustado viajar, en los últimos años procurando hacerlo fuera de temporada, pero cada vez me da más pereza.

Aún recuerdo la desilusión cuando vi la Gioconda entre codazos y flashes de japoneses ávidos de cultura europea. Tengo una amiga que me mostró en vídeo la realidad de las playas paradisíacas de Tailandia, con una multitud de bañistas que ni en Benidorm el 15 de agosto. Y hace dos años, en Granada, mientras esquivaba una marea de visitantes en la Alhambra, me pregunté: ¿estoy sumando o estoy molestando?

No soy la primera que se hace esta pregunta. El turismo ha cambiado, y no solo en volumen. Viajar se ha convertido en una especie de obligación social, una marca de estatus encubierta por hashtags como #wanderlusting o #viajarmehacefeliz. Parece que, si no visitas tres países al año, no estás “viviendo la vida”. Pero ¿qué vida es esa si se parece cada vez más a una carrera entre multitudes, fotos repetidas y apartamentos turísticos que expulsan a los vecinos de siempre?

En España, este fenómeno es especialmente visible. Lugares como Barcelona, Palma o San Sebastián están sufriendo una transformación que va más allá del éxito turístico. Se están vaciando de habitantes para llenarse de visitantes. ¿No es irónico que queramos descubrir culturas auténticas mientras contribuimos, sin querer, a hacerlas desaparecer?

Así que empiezo a plantearme no viajar, mi rebeldía innata y mi escaso interés por seguir las modas me llevan a esta apatía. Además, creo que es un gesto consciente y sostenible. Me horroriza ver lo que está pasando en el Everest o en la Playa de las Catedrales. Me apetece más explorar mi propio entorno, leer más y consumir menos.

Sé que no soy responsable de todo un sistema, pero también sé que soy parte de él. Y que elegir no moverme —aunque sea por un tiempo— también puede ser una forma de resistencia. O, al menos, de reflexión. Porque si viajar significa repetir, molestar o destruir, entonces prefiero no moverme ni un metro.