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Camino Ibarz
Ni la santa semana y sus tradiciones, ni lo bien que sientan unos días de descanso, ni nada les van a librar de volver a leer, si tienen a bien seguir haciéndolo, otra columna de opinión sobre la gestación subrogada, que tan en el candelero ha puesto la sempiterna mediática Ana Obregón, que una vez más ha vendido su vida a la prensa del corazón, y en dos exitosas entregas, además. Madre y abuela en dos entregas.  No me extrañaría que con esas exclusivas ya haya recuperado lo que le ha costado su hija/nieta. Un ser humano al que ha comprado en EEUU porque en España están prohibidos los vientres de alquiler, una práctica solo legal en 15 países del mundo.

Entiendo lo maravilloso, lo extraordinario que debe ser tener un hijo, sé del sufrimiento de varias mujeres por no poder serlo, e incluso he superado mi propio duelo. El dolor es inmenso para las personas que no pueden concebir y el negocio de la subrogación está construido sobre el legítimo deseo de muchas personas de tener un hijo, que lo ven como una solución.  Es solo un acto de egoísmo puro, algo que no he visto jamás en una madre, que dan absolutamente todo por sus vástagos aún sabiendo que no les pertenecen y que marcharán. Y tengo la suerte de conocer la generosidad supina de una pareja que son familia de acogida, madre y padre de niños en situación vulnerable que necesitan amor, estabilidad y los cuidados que sus padres biológicos no pueden proporcionales.

Aragón necesita familias para 240 menores tutelados. Hay 170 millones de niños huérfanos en el mundo. ¿Es necesaria la gestación subrogada para poder ser madre o padre? No. Hace un mes, cien expertos de 75 países, reunidos la ciudad marroquí de Casablanca firmaron una Declaración para la abolición mundial de la gestación subrogada porque viola la dignidad humana y contribuye a la mercantilización de las mujeres y los niños.

Piden a los Estados a adoptar un compromiso firme con la prohibición de esa práctica, en la que, además, por lo general, la madre biológica es de un estatus económico inferior al de los ordenantes, y recibe un pago por su servicio. Esta práctica es el ego en estado puro, es pensar que podemos tenerlo todo, a cualquier precio.