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Javier Lizaga

Para Leibniz el mejor de los mundos se impone. Traducido a un símil futbolístico, el que gana es el mejor. Pero nuestra experiencia y Unamuno ya saben que vencer no siempre es convencer. Pardo, mi filósofo de cabecera, apuntilla que suele ser la historia (ahora seriamos la prensa) la que ante una barbarie militar y los “grandes hombres” busca siempre una idea detrás, para combatirla. Así, sin querer, lo embellece y adorna, pues las más de las veces, más que ideas son las ansias de poder, dinero y otros estados mentales los que llevan a las barbaries.

Tenemos, por ejemplo, a quienes quieren llenarnos los montes de molinos y placas, poco más que salvadores del mundo ante el cambio climático. Y siento un déjà vu. Ya cerraron la térmica de Andorra porque era el demonio contaminante, ojo no porque fuera una central rentabilizada, vieja y porque el chantaje de Endesa, ahora italiana, no resultara. A veces, parece que vamos a arreglar en Teruel el medio ambiente mundial. ¿Cuántos parques fotovoltaicos hay en la comunidad de Madrid? Cero

Hablando de números les voy a contar unos cuantos sobre Forestalia, la empresa que propone 22 parques en Maestrazgo y Matarraña. Apareció en 2016: una desconocida arrasaba y se llevaba el trozo más grande del sorteo estatal de megavatios. ¿Cómo? Tirando los precios. Lo interesante es seguir la pista. De aquellos 1.500 MW, cuatro años después le quedan, indirectamente, unos 112, el resto se los han revendido a fondos de inversión.  Se han desarrollado casi todos (38 de 39) en mini parques de menos de 50MW, ¿por qué? Es el límite para que no necesitar el Impacto Ambiental del ministerio. 

El último pelotazo, digo acuerdo, ha sido con Bruc, detrás uno de los fondos de inversión más poderosos del mundo, cifras redondas: 1000 millones por 2000 MW, que, ojo, están aun en trámite. Las cifras, como los Porsche que visitan algunos de nuestros pueblos, abruman. Allí los miles y miles de euros de los permisos de obras se ven como agua de mayo, también hay que entenderlo.  Lo que no se entiende es que cuando alguien simplemente pide controlar un proceso movido por la especulación y no por la preocupación ambiental, le espeten: “A ver, di tú otra opción”. Los que lo critican son vecinos y empresarios que viven y tienen sus negocios allí, esas son sus opciones. Además de molinos, hay que poner al viento la cara, el corazón y las manos, al viento del mundo, como se cantaba.