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Las primeras Las primeras
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Nuria Andrés

Recuerdo perfectamente el rostro desesperado de una madre en una obra de teatro. Iba a llevarle la comida a su hijo, barrendero, a las cuatro de la mañana.

Mirada cabizbaja, hastiada y sabiendo que quedaban muchas lunas sin dormir. “A veces creo que nos ponen este horario de noche porque la gente no soporta vernos por el día”, comentó uno de los trabajadores. Y qué familiar empieza a resultar esto, pensé yo.

Apenas hay periodistas, camareros, limpiadores… que trabajen en jornada de ocho de la mañana a dos de la tarde, pero sí que hay mujeres en todos estos oficios. Muchas de ellas, al llegar a casa, tienen que ocuparse de hijos, ancianos o personas dependientes. Pero las mujeres ya no tenemos tiempo de cuidar.

Mi abuela se queja de que no nos entiende a las jóvenes. Muchas no quieren tener hijos y otras no los tienen hasta pasados los cuarenta. Siempre dice que parece que seamos las primeras mujeres del mundo. Y en muchos casos, por desgracia, lo somos. Somos el primer nicho de mercado de clínicas para congelar óvulos porque sabemos que a los 30 ya no llegamos. No llegamos ni con dinero, ni con ganas de preocuparnos por alguien que no sea nosotras mismas.

La sociedad no soporta ver madres jóvenes al borde de un ataque de nervios. Nos vemos abocadas a tener hijos tarde para seguir escondiendo la inestabilidad de un sistema que no acepta a las mujeres fuera de casa.

Este año, el Día de la Madre ha sido la antesala del Día Contra el Acoso Escolar. En conversaciones entre amigas, siempre hay una que da el pistoletazo de salida y se atreve a decir que ella sufrió acoso, una confesión que suele ir acompañada de un “yo no soportaría que a mi hijo le hicieran bullying”.

No estamos preparadas porque en el ahogo de nuestras preocupaciones ya no queda espacio para nadie más. Ya no hay tiempo para charlas con profesores, ni dinero para pagar psicólogos y mucho menos para intentar combatir el totalitarismo que impera en los patios.

Somos las primeras mujeres espectadoras de la mercantilización de la maternidad. Mujeres resignadas a ver cómo se pone un precio a ser madre, un coste que muchas no se pueden permitir.