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Nuria Andrés

Si es cierto que el cine imita a la vida, hay dos tipos de mujeres que aparecen de manera recurrente en las películas. Por un lado, la mujer adinerada que se queda embarazada -de manera imprudente y por su culpa- que viaja a un país extranjero para abortar porque, en ese año, esta práctica en España estaba prohibida; y también, la otra mujer, aquella que vive en una situación precaria y sin medios para criar a un hijo pero se ve obligada a tenerlo ante la imposibilidad de viajar fuera de sus fronteras para abortar.

Sea cual sea el caso que se plasme en una pantalla, la culpa, la responsabilidad y el peso de estar engendrando un bebé recae sobre nosotras. Si esto pasa en el cine, sobre ambas caen críticas y miles de voces que les chillan acerca de cómo deberían haber hecho las cosas, aunque no se les haya pedido ninguna opinión. Pero, ¿y en la vida real? Muchos de nosotros, la primera vez que escuchamos la palabra “aborto” fue como algo insultante. Nunca se planteó como una opción más dentro de la vida de una mujer. Era una elección para las malas personas y ese estigma se ha perpetuado en la sociedad.

Desde la Antigua Grecia, el aborto siempre ha existido. De hecho, en ese momento, la interrupción del embarazo, era aceptada como medio de controlar la población de las ciudades. Las mujeres han abortado toda la vida. La diferencia entre unas y otras es que hay quien pudo hacerlo de manera segura y quien se jugó la vida en ello. También hay quienes decidieron seguir adelante con el embarazo a pesar de no desearlo en ese momento. Todas las opciones son válidas y ni una mujer tiene que escuchar las consecuencias de tener el bebé ni otra tiene que soportar el maltrato psicológico por no tenerlo.

El aborto y la maternidad parten del mismo punto, que es la capacidad reproductiva de las mujeres y solo a ellas corresponde, de manera consciente, sin ataduras y por voluntad propia, seguir adelante o no con un embarazo. Porque quienes hablan de lo traumático del aborto se olvidan, muchas veces, de mencionar lo traumático que es seguir con un embarazo en contra de la propia voluntad.