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Mentira Mentira
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Nuria Andrés
Válgase la mentira si, de tanto repetirla, se convierte en verdad. Este es uno de los lemas que parece, hoy en día, regir la comunicación política. Puede que nada sea, en realidad, cierto, pero todo es susceptible de serlo. En estas últimas dos semanas, España se ha teñido de rojo, tanto por la victoria de Pedro Sánchez, que, una vez más, ha logrado ser investido presidente del Gobierno, como por todas las banderas rojas y amarillas que han llenado las plazas de varias ciudades del país en contra de la ley de amnistía. Una ley que genera muchas dudas, tanto a la bancada de la derecha como a la de la izquierda, pero, sobre todo, que muchas personas han usado como mera excusa para dar rienda suelta a la violencia que desde hace años deseaban sacar del baúl.

En las manifestaciones de Ferraz, el lema era “contra la amnistía” pero las consignas que se escuchaban chillaban “En Madrid, ni un puto mena”; “España es cristiana y no musulmana” y muchos ‘Cara al sol’ que yo solo recordaba haber escuchado en los documentales que se veían en casa de mis abuelos. Exaltación al fascismo en el centro de Madrid y en ‘prime time’, pero aún así, todavía hay partidos a los que les cuesta condenar sin ‘peros’ el esperpento en el que, durante días, se ha convertido esa calle de Madrid.

Lo justifican bajo el pretexto de que Sánchez ha dado un “golpe de estado”. Un golpe de estado que nace de la votación en las urnas de todos los ciudadanos en una noche tórrida de julio y que representa a más de 12 millones de españoles. La verdad es que Sánchez, hablando en términos dictatoriales, deja mucho que desear. En España se ha tenido que luchar durante décadas para tener derecho a manifestarse. Bienvenidas sean las manifestaciones pacíficas contra la amnistía, pero en el momento en el que se cuela una sola bandera franquista o se alude a Primo de Rivera, ahí no se lucha contra la amnistía, lo único que buscan es un pretexto para incendiar las calles. Ahora que hemos conocido que Javier Milei gobernará Argentina durante cuatro años y así lo admitió Sergio Massa, ojalá, en España costase tan poco reconocer la victoria del contrincante, por mucho que duela al orgullo.