Este año el anuncio de una conocida marca de turrones está marcado por la ausencia de una madre y también abuela en Navidad. Cuando se acercan estas fechas y falta alguien en la mesa, no queda otra que echar mano de los recuerdos y pensar en los momentos en los que toda la familia estaba unida.
Llega un momento en la vida en que los deseos no se cumplen y a lo único que uno se puede aferrar es a la salud y a esperar que esta dure. Por esto mismo, a todos nos llega la hora en que el médico, enfermero o celador se convierte en tu única esperanza y los pasillos de un hospital, en el lugar donde depositas toda tu ilusión para salir de ahí de la mejor manera posible.
En la pandemia, ya aprendimos que no hay posibilidad de futuro sin un robusto sistema de salud y no es necesario recordar lo que sucede cuando no hay camas libres en los hospitales, hay plantas cerradas o el colapso sanitario hace que los pacientes tengan que irse a su casa e intentar apañarse como buenamente puedan. Recortar en sanidad es recortar en esperanza de vida y privatizar la sanidad solo quiere decir que tu cuenta bancaria es la que fija tu salud.
En Madrid, esta vez cientos de miles de personas han salido a la calle para reclamar un sistema de salud pública de calidad y para que los centros sanitarios de las zonas rurales no se queden escuálidos en personal.
Los que venimos de tierras despobladas sabemos lo duro que es tener hospitales vacíos y más de uno hemos lamentado la incógnita de no saber si un familiar se hubiera curado de haber contado con la asistencia del personal sanitario pertinente. Nosotros solo somos seres a merced de que nuestro cuerpo funcione correctamente, pero cuando no lo hace, lo único que puede salvarnos y que nos da esperanzas para seguir es contar con una buena asistencia médica. En estas fechas que recordaremos el vacío de una silla vacía, recordemos también que con unos servicios médicos de calidad, también se alarga la calidad de vida de las personas.