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El Ministerio del Tiempo: El final de una serie imprescindible

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A.L.

Es verdad. Si yo fuera directivo de TVE, con los datos de audiencia en la mano, me costaría aprobar una renovación de El Ministerio del Tiempo. Es difícil justificar las exiguas cifras de estas últimas semanas, incluso en el exilio de los miércoles. Pero también es cierto que si fuera directivo de TVE habría tomado mejores decisiones para arropar a una serie que había conseguido volver a poner a la cadena pública en el radar de segmentos de población muy alejados de su envejecido perfil de audiencia. 

Los seguidores de la serie creada por los hermanos Olivares son más jóvenes, formados, con competencias tecnológicas... Toda una perita en dulce para los anunciantes, siempre en busca de ese target.  Y si a TVE no le interesa la publicidad debería pensar en su imagen de marca, que subió muchos enteros con esta apuesta. Los fieles seguidores de El Ministerio del Tiempo convirtieron cada una de sus emisiones en Trending Topic. Y eso, hoy en día, no tiene precio.

La serie de viajes por el tiempo ha permitido desarrollar también un interesantísimo universo transmedia. Durante algún tiempo la emisión se entremezcló perfectamente con la información divulgativa de la web. Pocas veces ha estado mejor justificada la labor pública. ¡Cuántos han dejado escrito en Twitter que han aprendido más historia con la serie que en el instituto! También han nacido podcast con RNE, novelas gráficas o, incluso, un videojuego. Así entiendo yo que debería ser la televisión del siglo XXI. 

Reconozco que cuando leí las primeras referencias me quedé atónito: ¿de verdad se atrevía TVE con algo así? ¿Qué podía salir de un argumento tan extraño? El tiempo me ha confirmado un resultado extraordinario. Una mezcla casi perfecta entre divulgación, aventuras y emoción, con personajes inolvidables y secuencias para el recuerdo. Me quedo con los episodios finales de la primera temporada y el arranque de la segunda, con el impresionante doble capítulo sobre los últimos de Filipinas, ese maravilloso Felipe II de todos los tiempos… 

Vale, quizá no daba para más o el fenómeno “ministérico” no es razón suficiente para seguir adelante, pero estoy convencido de que El ministerio del Tiempo es ya una serie imprescindible.