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Francis Francis
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Javier Lizaga

La primera muestra de rebeldía es que Francis contravenga a su abuelo que puesto a ordenar, reordenó sus apellidos. Eso sí, es mucho más apropiado ese Francis, tan cariñoso que dan ganas de comprarse un chihuahua y bautizarlo. Así ha llegado a Teruel el festival del humor del nietísimo. Mejora la tradición humorística familiar: entre su abuelo especializado en el ridículo y el humor absurdo para grandes auditorios y la fina ironía de su madre con gags todavía recordados como su detención en Barajas con 38 piezas de oro: medallas e insignias de su padre, la chatarra de 40 años de paz, como lo bautizó Manuel Jabois. 

El noble actúa con el espectáculo “yo no sé nada, a la guardia civil la embistió otro”.  Dejó pronto Francis prueba de sus giros inesperados cuando explicó que no podía conducir el coche que embistió a los guardias civiles, simplemente porque él siempre va con chofer, más ofendido por haberle acusado de trabajar que de un delito. Se vio su gracejo, cuando a la pregunta de si le podían haber confundido con otro espetó que “con uno con pelo imposible”, dejando claro que la calvicie es la verdadera herencia. El nudo del show vino al aplicar ese principio constitucional que dice que todos somos iguales ante Hacienda y ante el talonario de la Guardia Civil de tráfico. Uno de los agentes que iban a multarle contrarrestó los argumentos de Franco con tecnología, cuando explicó que a Francis lo habían reconocido claramente tras buscar su careto en el google, algo tan fiable, entendieron todos, como que Botín, otro amigo de Francis, te asesore de banca.  Cuando se preveía tragedia, comprendimos que el país ha cambiado. Apareció Iván y la historia de Alfredo Landa pasó a peli de Tom Hanks. Esa historia enternecedora de ese simple hijo del encargado del coto de Franco, un sin nadie parado. Un soñador que declaró ante la guardia civil que ayudó a huir a Franco pero que se retractó esa misma tarde. Se convirtió, como son las casualidades, en administrador de una empresa de Franco  en sólo unos meses. 

El espectáculo lo cerró la jueza, quien cuando se buscaba fecha para posponer una declaración y ante la aclaración de Francis, que dijo que no le venía muy bien, le puntualizó que allí su opinión, como acusado, importaba absolutamente nada. Y aunque no me reí, eso fue lo que más gracia me hizo.