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Dril Dril
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Fernando Arnau

No se crean aquello de que nunca segundas partes fueron buenas. Don Camilo José vuelve a la Alcarria y produce un periplo adornado de paridas que, si bien no pueden superar la novedad del primer viaje, si llena de imágenes que transitan entre la sorna y el aprovechamiento mediático del éxito obtenido. 
Tanto realismo fantástico es prácticamente imposible de superar, al menos en cantidad. Así da encanto al dril, basta tela de puro pantalón vaquero de la época de esplendor de los hermanos Sáez Merino, genios de la confección.
Es el atuendo de una de las mozas que despierta la rijosidad del escritorazo que se pasea a lomos de un Rolls, conducido por una guapísima licenciada estadounidense, y recrea su vista con un pantalón ajustado y unas carnes, dice que en sazón, gozando a lo señor con la imagen de unas mozas cambiando un neumático a las que no puede socorrer nuestro viajero porque mancharse las manos es cosa que sólo puede hacerse con la estilográfica.
Hay obras menores, de plumas sublimes, que son capaces de recuperar para nuestras jóvenes generaciones ese trozo de historia que tanto les cuesta exponer a Casado & Rivera, tal vez porque han malentendido nuestras glorias imperiales y hazañas bélicas. Y un recorrido por tierras de cuya despoblación no la salvan ni dos reactores nucleares, muestra patetismos y gamberradas varias al refrescar las rutas olvidadas de una España sin McDonald’s en la que se criaba el dolor femenino que, aun con manifestaciones multitudinarias, somos incapaces de ver.
Y, sin embargo, tal como el dril nos apartaba del pantalón de pana, también de la humilde alpargata y de la fiambrera, releer ciertas obras perdidas nos abre camino en un mundo virtual y falso, siempre que la curiosidad nos asista.
Desde este punto de vista, el dril clásico de don Camilo endulzaba las rutas por las que paseaban otras realidades que el régimen no pudo o no supo corregir y dejó a su suerte. Si hace unos cuantos lustros, el creativo puso en boca del cabrero aquello de que Franco que opinará de eso…No quiero pensar donde estamos, porque cabreros puede que quede alguno, gente apenas los fines de semana.