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Bocadillos de calamares Bocadillos de calamares

Bocadillos de calamares

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Juan Corellano

Hace unos días andaba por Madrid con mi mejor cara de agobio, estresado y con el tiempo justo. Se podría decir que me mimetizaba a la perfección con mi entorno, pues en esa ciudad hay que desconfiar de los que caminan lento hacia ninguna parte y con una sonrisa en su cara. Algo malo traman. 

Dentro de mi ajetreo, contaba con el tiempo justo para comer, pero no el suficiente para hacerlo en casa, así que metí en el primer bar que encontré. Para definir el sitio, basta con decir que era uno de esos cientos de la capital que juraba tener el mejor bocadillo de calamares. Por supuesto, me pedí uno, con bien de salsa. 

Mientras me lo servían, toda la situación me recordó al gran problema que, a mi juicio, tenía Londres, la ciudad que me acogió durante todo el curso pasado. En casi un año que estuve viviendo en la capital británica gracias a una beca Erasmus, la ciudad me maravilló por ser un hervidero de cultura, diversidad y entretenimiento, pero también tuve tiempo para detectar algunos errores. 

Dejando a un lado los problemas derivados de ser una ciudad con más habitantes que Dinamarca, para mí el gran problema de Londres eran sus bares, los cuales por mi condición de estudiante frecuentaba con asiduidad. Claro está que una pinta en un histórico pub inglés de madera construido antes que el propio parlamento es un entorno casi idílico para un cervecero que se precie, pero el problema es que no había más alternativas que esa, la cual por supuesto no era en absoluto barata. 

Para mi sorpresa, Londres había renunciado a la mediocridad en sus bares y yo, con morriña de mis orígenes, siempre echaba en falta un buen Casa Manolo, de parroquianos habituales, baños solo aptos para valientes y precios económicos para una salida un veintitantos de mes. Como colofón a mis recuerdos y delirios, mientras terminaba los últimos bocados de mi comida de urgencia, en mi cabeza se encendió un letrero con luces de neón donde se podía leer: El mejor bocadillo de calamares de Londres. El futuro es mío.