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12 años atrás 12 años atrás

12 años atrás

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Juanjo Francisco

 El chorro del agua casi fría acompasaba practicamente a la canción de Springsteen que atronaba en la casa. Bajo la ducha, la cabeza gacha, la sonrisa descarada, la alegría íntima y la flojera de piernas se combinaban para no perder ripio y sensaciones en torno al Tougher than the Rest del Boss que tanto me gusta desde que la escuché por vez primera. Ese bajo profundo, casi tronante, siempre hace que me sienta bien, pletórico, sí, esa es la palabra exacta. Porque aquella mañana todo se multiplicó, todo lo bueno que sentía era abundante, completo, una gozada.
Doce años atrás estrenaba vida contigo, tan diminuto y arrugado que no hubieras resistido un golpe de viento. Tan escaso y tan importante, tan inocuo como influyente eras entonces que practicamente experimenté físicamente la tabla rasa que suponías en mi vida.
Doce años atrás, en un marzo casi gemelo del actual, con amagos frecuentes de primavera y sopapos de un cierzo inmisericorde y respondón, comenzamos la aventura común de tu vida. Mientras me fui haciendo a la idea de que aquello iba a ser algo mucho más emocionante que la rutina de los primeros paseos por el pasillo de casa, sopesando tu volumen corporal en mi antebrazo, comprendí también lo inabarcable de la experiencia a la que me enfrentaba. 
Hace doce años que aprendí a mirar bien a los ojos del otro, a escuchar lo que me interesa escuchar, a dominar la contrariedad y a entregar el corazón para no recuperarlo nunca.  Doce años atrás me quedé a merced de tus ánimos y retrocedí hasta donde me permitió mi memoria para sentir cómo me miraba mi padre. Fuiste y serás la brújula que señala el sentido de la vida y aunque tú no lo sepas, el nudo gordiano de la felicidad o las desdichas.  Doce años después, en otro marzo que mayea por momentos, masticamos los malentendidos y algún ramalazo de ira trufado después de arrepentimientos sinceros y abrazos a tumba abierta. Aquí estamos ambos descubriendo cómo vamos a funcionar en el diario trajín.
Y es que la magia de los días, doce años después, no se desvanece, se transforma y adquiere tonos serenos, como los del arco iris. No tenemos cuentas pendientes y siento que las observancia mutua nos va descubriendo caminos por los que andar hacia los que han de ser los mejores días de nuestras vidas.
Doce años atras acaricié tus manos y froté mis dedos en tus mejillas, quise ponerte una marca indeleble, tan inocua como duradera, un recuerdo que tú no tendrás de mis lágrimas en la ducha.