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Empieza el baile

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Juanjo Francisco

Empieza el baile electoral en la primera de sus dos sesiones, la general, que servirá de aperitivo para la más mollar, la local y autonómica, donde priman las distancias cortas y hay una mayor exposición al tropezón involuntario.
En el imaginario gran salón, estas dos próximas citas con las urnas se presentan más interesantes y retadoras que nunca para el elenco de bailarines (partidos). A todos ellos no les va a quedar más remedio que encontrar pareja -coalición- porque, tal y como avanzan las encuestas, lo de bailar solo estará muy complicado y la canción puede ser muy larga.
La versión provincial del 28A depara, para empezar, bastantes caras nuevas, demostración de que el tiempo pasa para todos y en política ya tenemos demasiados ejemplos de la resistencia al abandono que exhiben algunos. Los nuevos candidatos ya tienen, sin embargo, cierta trayectoria en esto de la cosa pública y no van a pecar de pardillos, por muy parlamentarios que puedan llegar a ser. En las páginas de este periódico hicieron el viernes un auténtico derroche de intenciones que, dicho sea de paso, son conocidas por todos habida cuenta de la reiteración que aquí ya se tiene en señalar esas demandas.
A diferencia de otras convocatorias de elecciones generales, en las que los proyectos, los propósitos, eran genéricos: servicios, comunicaciones, empleo, ahora y por pura apretura social se han hecho muy concretos: Andorra, el Cantábrico-Mediterráneo y las A-40 y A-68, por citar los más importantes.
Nuestros futuros parlamentarios tendrán que aplicarse el refrán que dice que un grano no hace granero pero ayuda al compañero y aportar su esfuerzo para que la organización política a la que pertenecen, en el caso de que llegue al Gobierno, no se olvide de los postulados que autorizó a esgrimir aquí estos días a sus abanderados. Ahora que parece que se les está concediendo un papel vital a los diputados y senadores de la España Vaciada, sería bueno que su acción posterior al 28A también tuviera la misma relevancia. Ojalá.
Más allá de los cambios que puedan producirse en las combinaciones (2-1, 1-1-1) que puedan deparar el reparto de los escaños en sitios como Teruel, el devenir político de los representantes en las Cámaras de sitios poco poblados parece, casi siempre, testimonial, sumatorio. Aún así no se debe perder la ilusión democrática de creer que una papeleta depositada en Teruel tiene un efecto resolutivo en la toma de decisiones, no hay que renunciar a esa esperanza.
La España de las autonomías ha traído muchas ventajas, le pese a quien le pese, a las zonas deprimidas pero las grandes decisiones, las que cambian dinámicas para hacer progresar a los territorios, llegan desde los gobiernos del Estado y estos necesitan interlocutores aviesos y preparados, persistentes, con alergias a las negativas y bregados en los rechazos.
Detrás de nuestros representantes, en los partidos de gobierno o de oposición, se mantiene la esperanza de que todo cambie pero, en este caso, sí para cambiar todo lo conocido, sufrido, las más de las veces.