El día después de las elecciones generales del 28A, después de comprobar que no iban a ser fundamentales para formar gobierno y que las enormes expectativas creadas se quedaban un poco en aguas de borrajas (24 diputados son muchos o pocos dependiendo de si eres fundamental o no), la dirección de Vox culpó a los medios de comunicación de la situación.
“Hemos minusvalorado la capacidad de distorsión y manipulación de los medios”, dijeron los de la formación de Abascal, para acabar reconociendo que fueron incautos al considerar que les bastaba y les sobraba con las redes sociales, los memes y los mensajes apocalípticos.
No seré yo quien niegue que este país tiene medios atrincherados en la izquierda o en la derecha (algunos jaleando y aupando a Vox, no lo olvidemos), pero sí que me niego a comprarle a Abascal el discurso de que sus resultados electorales fueran culpa de periodistas, teles, radios o televisiones.
Aunque a veces algunos lo piensen, los ciudadanos no somos tontos, tenemos acceso a la información y votamos con conocimiento de causa.
Si dices que las mujeres tienen derecho a cortarse las uñas y el pelo y no a abortar y te graba una cámara de televisión, luego no puedes decir que han tergiversado tus palabras.
Si convocas actos semi-clandestinos y no invitas a los medios, pues luego no puedes ir diciendo que los periodistas no se han puesto en contacto contigo y que te hacen el vacío.
Si echas de grupos de guasap a periodistas incómodos porque escriben cosas que no te gustan, luego no puedes actuar como si fueras la víctima.
Si apoyas el trasvase del Ebro, si quieres dinamitar los autogobiernos o si crees que a los turolenses nos iría mejor si volvieran los gobernadores civiles, eso es cosa tuya. Si los ciudadanos te votan, genial para ti, pero si al final rechazan tu discurso, debes aceptarlo.
No, los medios, aunque algunos crean lo contrario, no metemos votos en las urnas. Igual que tampoco metemos goles salvadores para los equipos deportivos. Nosotros contamos las cosas y la gente decide lo que quiere.